Opinión

Tragedia griega

Tragedia griega

Luego de lograr un sano crecimiento a finales del 2014 poniendo fin a una depresión de casi 5 años, la elección del partido de extrema izquierda, Syriza, ha vuelto a cementar a Grecia en la tragedia. Si bien la realidad del ejercicio del poder ha ido obligando al líder del partido griego, Alexis Tsipras, a maquillar severamente los planes ridículos y populistas que originalmente le llevaron a ser el Primer Ministro del país heleno, la retórica alzada de tono de la campaña la ha arrastrado hacia su gobierno como al escenario internacional, generando una fuga de capitales que están llevando a Grecia de vuelta a la recesión. Aún queda mucho por ver del populismo izquierdista elegido por los griegos, pero sus desaventuras sirven de ejemplo a países como España, Irlanda y Portugal que con partidos como Podemos, Sinn Féin y Tempo de Avancar respectivamente, también están coqueteando con el “modelo” griego.

La crisis financiera y de deuda soberana europea que inició en el año 2010 ha sacudido al experimento de la Eurozona y de la misma Unión Europea hasta su núcleo. Los rescates realizados a los países más afectados por la crisis vinieron con medidas drásticas para reformar sus economías y reducir el gasto público a niveles más sostenibles, con la esperanza de revertir el daño sufrido en el largo plazo. Las circunstancias políticas, sin embargo, se manejan en el corto plazo y en la coyuntura de cortes en la nómina pública, alto desempleo, eliminación de subsidios y asistencias sociales, aumento de la pobreza y desencanto generalizado de la población, los grupos políticos con posturas más extremistas suelen obtener mayor respaldo dentro de la población.

Como problema adicional las poblaciones en Grecia, España y Portugal perciben que existe mayor corrupción en sus políticos tradicionales que sus similares en los países del centro y norte de Europa. El estigma de la corrupción, y su responsabilidad en las crisis que afectan a sus países han llevado a que el poder de los partidos tradicionales en esas naciones europeas se tambaleen dando espacio para crecer y consolidarse a los Syriza, Podemos, Sinn Féin, etc.

Es difícil no solidarizarse con los llamados de transparencia y en contra de la impunidad de Syriza o Podemos, o no sentirse atraídos a su estructura política de abajo hacia arriba y al entusiasmo de su base. Pero el peligro, naturalmente, está en los detalles.

Syriza llegó al poder afirmando que revertiría las (pocas y mal implementadas) reformas realizadas en Grecia, que pondría fin a la Troika “devolviéndole la dignidad al pueblo griego”, volvería a aumentar la nómina pública y como esas, una serie de propuestas poco concretas. Predeciblemente, desde que estos ganaron las elecciones la fuga de capitales en Grecia inició, y con cada bravuconada de Yanis Varoufakis, cada retraso en llegar a un acuerdo con sus acreedores y cada vez que el liderazgo de Syriza recurre a la ridiculez de exigirle a Alemania reparaciones por la Segunda Guerra Mundial, más aumenta la fuga, menos credibilidad tiene el gobierno griego, y más rápido se vuelve a hundir la economía helena.

La buena noticia es que como vaya Syriza irán los Podemos, Sinn Féin y demás partidos populistas de Europa. Syriza aún tiene la posibilidad de moderarse y recurrir al diálogo sensato con sus acreedores europeos aterrizando a la realidad su movimiento, o podrá seguir sus rabietas agotando la paciencia del resto de Europa hasta arrastrarse a ellos mismos, a Grecia y a todos los partidos como ellos al abismo.

El Nacional

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