Gran acogida ha tenido entre la ciudadanía de a pie el anuncio de las autoridades de continuar la segunda línea del Metro hasta San Luis. No nos cansamos de repetir que esta majestuosa obra reivindica al vilipendiado peatón y peatona.
A pesar de la importancia del Metro todavía permanece un grupúsculo opuesto rabiosamente a la obra. Con argumentos baladíes y con ideas subjetivas y prejuiciadas, estos críticos de pacotilla les quieren negar al pueblo el upgrade logrado, pues se pasó de un mal llamado transporte público, vil y ofensivo, a un sistema de transporte cómodo y seguro, elevándolo a la categoría de seres humanos, que siempre les fue negada, por la infame manera de transportarse.
El argumento más pueril es que el Metro no es un sistema rentable, por ser subsidiado, como si los grandes metros del mundo se desempeñaran como negocios lucrativos, y no como servicio gubernamental para la ciudadanía.
Hay que preguntarse: ¿Es rentable el metro de Miami, o el Metro de Puerto Rico? ¿Deja dinero de ganancia el metro de Washington, o habrá algún provecho material en el metro de Caracas? Todos estos sistemas cumplen una labor social a favor de la gente.
Estos censores del bienestar del pueblo callan que el eficientísimo sistema de tranvía suizo es fuertemente subsidiado. Igualmente es archiconocido que alrededor de la ciudad de Moscú sólo hay una cosa barata: su fastuoso metro.
Además, es una realidad que los metros son el sistema idóneo para disminuir la contaminación ambiental que envenena el aire urbano. En París, además de su metro y autobuses, construyen un tranvía. Asimismo, ciudades como Praga cuentan con un sistema de metro, autobuses y tranvía a la vez.
Irónicamente, algunos detractores del Metro son habitué a no desmontar sus traseros de los metros y tranvías europeos