Opinión

Trasfondo JCE

Trasfondo JCE

En la sesión en la que fue escogida la nueva Junta Central Electoral, el presidente del Senado, doctor Reinaldo Pared Pérez, hizo un preámbulo para, entre otras cosas, afirmar lo siguiente: “los miembros que cesan ahora, con Roberto Rosario a la cabeza, han sido los integrantes de una Junta Central Electoral cuyos trabajos, tanto en el aspecto electoral como en las otras obligaciones que le impone la ley sobre la materia, deberán ser reconocidos en su oportunidad, porque solo la mezquindad y la perversidad de sectores de la sociedad dominicana le impiden reconocer el magnífico y extraordinario trabajo llevado a cabo por los actuales integrantes de la JCE, encabezados por su presidente…desde que tengo uso de razón y he estado vinculado a los asuntos electorales, ninguna JCE había hecho un trabajo en lo referente al Registro Civil y ni hablar del libro de extranjería y todo lo concerniente a preservar y custodiar lo relativo a la documentación de nacionales dominicanos y de nacionales extranjeros”.
Menos no podía esperarse, que un gesto oportuno de reconocimiento a la labor de un servidor del Estado, sometido a un trato vejatorio por la representación de un gobierno extranjero, por acogerse y defender las decisiones soberanas de los órganos constitucionales del país en relación a las regulaciones migratorias y la nacionalidad dominicana.

Un hecho resaltable es el del apego de los legisladores del Partido de la Liberación Dominicana a la disciplina partidaria, ante la que se subordinan las preferencias y deseos, porque la elección de los miembros de la Junta Central Electoral corresponde al Senado, pero sí de la voluntad de los senadores se hubiese tratado, si la elección hubiese sido dejada a su determinación, Roberto Rosario habría sido reelecto presidente de la JCE.

Y quienes manejan informaciones subyacentes saben que lo que impulsó al socio comercial mayor de la RD a ostentar su poder de veto, con la inusual anulación del visado oficial a un funcionario activo, fue la intención ingenuamente expresada en conversación telefónica de un grupo de senadores que, desde el lugar en el que se encontraban reunidos llamaron al doctor Rosario y, uno por uno, le fueron comunicando apoyo para que continuara en las funciones. No habían pasado 48 horas cuando la Cónsul General EUA le visitaba para colocar el sello de cancelado en su visado.

El liderazgo del PLD pudo estar indignado, pero entendió el mensaje de que la elección de Roberto Rosario se asumiría como un desafío, y sumado al hecho de que los opositores lo tomaron para culpabilizarlo de su pésimo desempeño electoral, pensaron en que dificultarían la gobernabilidad, y prefirieron evitar conflictos.

De la mano de Agripino Núñez y de uno de los empresarios más importantes del país reciben la propuesta salvadora y consensuada con los sublevados: Julio Cesar Castaño Guzmán, y las dos cabezas más fuertes del peledeísmo la asumen con determinación, ahí resuelta la presidencia.

Dos más se movían en todas las listas de posibilidades reales: Carmen Imbert Brugal y Henry Mejía Oviedo, y luego un tercero, Roberto Saladín, y ahí estaba junto a Freddy Bolívar Almonte, la JCE que se iba a escoger sino hubiese habido posposición.

El Nacional

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