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Trujillo abrió ensayo democrático en 1946

Trujillo abrió ensayo democrático en 1946

Al cumplir 16 años en el poder, el dictador Rafael L. Trujillo decidió abrir un  ensayo democrático permitiendo la  formación de organizaciones políticas, manifestaciones públicas y encuentros de obreros y campesinos, entre otras.

En el marco de esa apertura el 12 de septiembre de 1946, hace 65 años,  se celebró en el país  un congreso obrero patrocinado por el dictador Rafael L. Trujilo, actividad en la que participaron delegados de México, Puerto Rico, Cuba y otras naciones americanas. En la sesión inaugural los delegados manifestaron el pesar que les produjera “la triste situación del obrero dominicano”, lo  que atribuían al Gobierno.

Hablaron de la ausencia de libertad que tenían los trabajadores y el pueblo dominicano para expresar sus problemas, para hacer legislar en su favor y que esas leyes se cumplieran al pie de la letra. Los delegados revelaron que antes del inicio del evento “recorrimos las diferentes regiones  y observamos muchos edificios, muchas carreteras, pero detrás de estas estructuras vimos un pueblo muerto de hambre y carente de libertades”. Era la primera vez que se criticaba al régimen de Trujillo en un acto público

El delegado oficial,  Rafael Paíno Pichardo, abandonó la sesión tan pronto se pronunció la primera palabra  que cuestionaba su Gobierno.

Concluido el congreso los delegados fueron agasajados con un almuerzo en el Centro Obrero, que estaba en la Caracas con Jose Martí, detrás de la tienda Sederías California. El pueblo se concentró frente al edificio y pidió a los expositores extranjeros que salieran a los balcones para demostrarles su simpatía con prolongados aplausos. El representante del gobierno, el licenciado Julio César Ballester Hernández, hubo de ser sacado escondido y escoltado porque hombres y mujeres querían lincharlo.

Luego de divulgados los planteamientos y acuerdos  reivindicativos en beneficio de la clase obrera dominicana,  se formaron dos agrupaciones políticas  encabezadas por jóvenes con ideales firmes de libertad: el Partido Democrático Renovador y el Socialista Popular.

Trujillo   había  prometido  elecciones libres y permitió el surgimiento de los dos grupos. El dictador quiso apreciar cómo respondía el pueblo y observar cómo andaban su prestigio y su popularidad. Pero su esperanza fue tan triste   que tuvo que  revocar  la incipiente demostración   de libertad que estaba promoviendo.

La noche del 29 de septiembre de 1946 se efectuó un mitin en el parque Julia Molina (ahora Enriquillo), en el sector de Villa Francisca, donde concurrieron más de 40 mil personas.  El pueblo capitaleño acudió pletórico y lleno de júbilo, pero con cierta reserva de temor, ya que el Gobierno había hecho correr la voz de que iban a ametrallar a los presentes.  El valor y el heroísmo de la multitud sorprendió a Trujillo, quien ordenó  el envío de cientos de sus sicarios, fuertemente armados, para que dispersaran a los asistentes. El público no se movió de sus puestos hasta que el último de los oradores agotó su turno.

 El tercer y último mitin de la jornada democrática que auspició Trujillo se efectuaría la noche del 26 de octubre en el parque Colón, pero no pudo efectuarse totalmente porque el régimen lo desbarató por  la fuerza.

 La actividad debió empezar a las 8:00, pero desde tempranas horas de la tarde el parque y sus inmediaciones fueron   ocupados por una infinidad de hombres armados, que dispensaban  miradas y gestos amenazantes.

Al intervenir  el primer orador un contingente de guardias vestidos de civiles desprendió cartelones y propagandas relativos al mitin,  que intentaron llevar al centro de operaciones de los sicarios, ubicados en el hotel Colón, en la calle El Conde con Meriño,  pero la concurrencia los siguió y  recuperó el material propagandístico, al tiempo que tiraron al suelo y patearon a los intrusos.

A seguidas entró en acción el temido coronel® Joaquin Cocco,   quien junto con un grupo de matones fuertemente armados penetraron violentamiento al parque y destruyeron la tarima y los cartelones.

Los manifestantes resistieron y se entabló una verdadera batalla campal en la que los asistentes utilizaron los puños y las sillas, y los trujillistas filosos puñales y las culatas de sus armas, ya que Trujillo había impartido instrucciones de no disparar. No obstante los enfrentamientos, los oradores seguían con sus discursos, pero los presentes no los escuchaban porque el servicio de energía eléctrica fue suspendido. Sin embargo nadie abandonó el parque hasta que los dirigentes Mauricio Báez, Freddy Valdez, Ramón Grullón, Francisco Henríquez (Chito), Pericles Franco, los hermanos Juan y Felix Servio Doucudray, y otros, pidieron, confundidos con el público,  hospitalizar a los heridos y a desfilar por ante algunas delegaciones extranjeras para que conocieran las “garantías” y las “libertades” del régimen.

Los trujillistas, por su parte, recogieron los restos de la tribuna y los cartelones y al lado de la estatua de Colón  hicieron una fogata.

 Luego destruyeron los humildes locales de los partidos Democrático Renovador y Socialista Popular, en Villa Francisca, y golpearon a los dirigentes y familiares de esas agrupaciones.

 En la madrugada se allanaron las casas de personas que se consideraban relacionadas con el movimiento, tales como las senoritas Carmen Natalia Martínez Bonilla y Josefina Padilla Deschamps, luego viuda Sánchez.

El Nacional

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