Opinión

Trump es consecuencia

Trump es consecuencia

Pedro P. Yermenos Forastieri

Muchos de los análisis de las recientes elecciones en los Estados Unidos han sido distorsionados por la denostación de la naturaleza social de la población electoral que más influyó en la victoria del candidato del partido republicano, lo cual constituye una muestra inequívoca de desprecio político. ¿Acaso puede disociarse ese segmento del Estado económico, social, político y cultural que lo crea?.

Al tratarse de una base social donde predomina la exclusión, la marginalidad y la pobreza, se supone que debiera ser la prioritaria para quienes están llamados a ejercer el poder haciendo prevalecer en las motivaciones de sus políticas públicas a las mayorías carenciadas. En ese contexto, lejos de ser estigmatizador, debiera ser fuente de orgullo ascender al solio presidencial impulsado por quienes más precisan del auxilio estatal por ser víctimas históricas de sus desatinos.

Ese espaldarazo electoral recibido por el estrambótico candidato, no puede ser desvinculado de un sistema que está agotado, que está generando hastío, cansancio y decepción, al tiempo de conducir a la desesperación a una parte importante de la ciudadanía que se refugia en la primera propuesta que pueda sonarle diferente, sin hacer mayores reparos, sea como resultado natural de la propia angustiosa situación, o por carecer de mayores capacidades de razonamiento.

En ese escenario se configura el cuadro de la gran tragedia. El sistema genera las causas del problema, y al mismo tiempo las absurdas respuestas que, en muchas ocasiones, resultan imposibles de controlar y eludir.

Donald Trump es eso, una consecuencia, un resultado provocado por la propia torpeza de quienes ahora reaccionan con sorpresa porque su estrategia resultó fallida e intentarán hacer lo de siempre, condicionarlo para que no se aparte en exceso de las reglas establecidas en el librito del que son sus autores.

Esos son los mismos miopes que manipularon las cosas de tan pésima manera que, en medio de la evidente búsqueda de cambio manifestada de múltiples maneras optaron, como respuesta al monstruo que crecía, por la candidatura de alguien que, lejos de poder revertir la avalancha y generar expectativas, era una genuina representante de las causas del fastidio.

Al cabo de poco tiempo, una vez más, las masas que acudieron a las urnas encandiladas por la falsa luz de la demagogia y el populismo, volverán a ver desvanecer su efímera ilusión. Pobrecitas, impedidas de comprender que la solución debe ir mucho más allá de aquellos que solo empeorarán su suerte.

El Nacional

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