Cornelia Margarita puso todo su empeño en reunir a sus compañeros y compañeras de primaria y, con la misma tenacidad con que investigaba los temas de Somos así, así somos, logró juntar a una cincuentena de alumnos de la escuela Salvador Cucurullo, Nexa, de Santiago. Todos en los cincuenta y todos dispersos, pero poniendo en práctica lo aprendido de la escuela.
Canosas, bellas, abuelas o tías, fue hermoso reencontrar a Elba Luz, Sofía, Nonora, Eliana, Mayerling, y pensar ¡Dios mío! ¿Cómo me verán?; y ver a Vitico, (quien llegó con las canciones de época) Miguel Sang, (Peng Kiam para nosotros), Orlando Minicucci, y José Jaime… Cita que ahora repetiremos en Santiago, en la casa de Luchy Rodríguez, y a la cual asistirán los que viven en Nueva York y Miami.
En el patio de Margarita rememoramos los rituales de un plantel donde el máximo honor era poder izar la bandera: Ya empezó su trabajo la escuela y es preciso elevarte al azul, meta que se proponía cada curso y cada estudiante, honor que nos hinchaba el corazón y hacía que las lágrimas corrieran. ¡Dios parece decir oh bandeeera, la sublime expresión de tu azul, patria el rojo de vivida llaaama, libertad
Cada mañana, en la calle El Sol, el sol se iluminaba, porque un niño y una niña, en la galería, subían la bandera y repetían: ¡Quien te viera, quien te viera, más arriba mucho más!
El profesor Curiel, fiel discípulo ideológico de Salomé Ureña, nos impartía Moral y Cívica y premiaba las mejores composiciones sobre la patria, haciéndolas leer en público, las rodillas temblando y un leve tremor en labios y estómago.
Es una escuela así que necesitamos y es un himno así lo que debemos crear para que se escuche, cinco mañanas a la semana, en todas las escuelas; un himno como el que oí en las escuelitas rurales de los campos de Cuba, en un amoroso cerco frente al busto de José Martí.
Y es un himno así que soñamos canten los niños y niñas del país al entrar a la escuela, parados frente al busto del Padre de la Patria:
Te saludamos padre
Con cayenas rojas
Y mariposas blancas
En la azul mañana
De nuestra escuela.
Aquí esta nuestro lápiz
Para escribir te quiero
En el ancho cuaderno
De la Patria.
¿No creen ustedes que, escuchándolos todos los días, por fin se abrirá paso la sonrisa en el agotado corazón de Juan Pablo?
¿Y que esas vocecitas iluminaran el rostro mas triste de prócer alguno, donde aprendemos desde muy pequeños que es la tristeza el fin final de las gestas libertarias?