Opinión

Un problema

Un problema

De 1937, cuando se produce la matanza de haitianos ordenada por Trujillo, al 2009, han pasado muchos años. Mucho  ha llovido desde entonces…

Más agua ha corrido río abajo desde aquel día del trabucazo que marcó la independencia contra los haitianos por aquellos años gloriosos de 1844.

Haití y República Dominicana comparten la misma isla y casi la misma historia hasta la llegada de los españoles, los franceses y los negros.

Con los años Haití se formó diferente a la República Dominicana y al resto de los países latinoamericanos y caribeños. Su idioma, su religión, su música, su folclor, en fin, su cultura, lo separan enormemente de las demás naciones del hemisferio.

Nadie lo quiso así. El caso es que Haití es uno de los países más pobres y deprimidos del mundo, con escasos recursos naturales y una sobrepoblación sin educación ni medios materiales para sobrevivir.

Ha padecido, al igual que nosotros, dictaduras implacables y sanguinarias, gobiernos duros y corruptos a los que no les ha importado su pueblo a no ser para explotarlos como esclavos.

Durante muchos años los haitianos fueron los trabajadores indispensables en los campos para el corte de la caña de azúcar. Los bateyes eran su centro. Allí vivían y morían. Su trabajo era duro. Se les pagaba poco. El profesor Juan Bosch describe mejor que nadie la situación de los haitianos en los bateyes en su magnífico cuento Luis Pie.

El caso es que los haitianos no eran tantos. Todos sabíamos que estaban entre nosotros, pero no todos los veíamos.  Mucha gente de las grandes ciudades no sabe o no supo lo que es un batey.

De los bateyes, los haitianos pasaron a otros campos para trabajar en la recogida de café y de otros productos agrícolas. El número de haitianos en nuestro país fue aumentando en la medida en que la pobreza y la muerte en su país también crecían.

Pasaron del campo a la ciudad.  Pasaron a la construcción. Tanta importancia adquirieron en esa área que Diandino Peña, siendo secretario de Obras Públicas, llegó a declarar que sin la participación de los obreros haitianos la economía dominicana se derrumbaría. No hay una obra importante donde la mano de obra haitiana no sea determinante.

Los haitianos no están en la agricultura, también están en la construcción, en el turismo, en el servicio doméstico, en la vigilancia de edificios y residencias, en las esquinas como vendedores ambulantes, mendigos, chóferes de carros públicos, taxistas, etc.

Si antes  no se veían más que en los bateyes que nadie conocía, ahora están como el arroz blanco, en todas partes.

¿Cuántos haitianos hay en nuestro país? Nadie lo sabe.  Todos los días entran y salen. La frontera es una puerta abierta por el dinero que ha enriquecido a las autoridades civiles y militares. Los haitianos han sido un gran negocio para muchos.

Hay quienes hablan de dos millones; otros dicen  que tres millones.  No se sabe. Lo cierto es que son muchos, demasiados; tantos, que hace tiempo se convirtieron en un  problema de tanta envergadura, que atenta incluso contra la nación dominicana.

Hace unos días conté 12 haitianos en una  esquina. Dos mujeres famélicas cada una con un niño casi muerto entre sus brazos; otros cansados del hambre tirados en la acera, mientras algunos adultos vendían periódicos, tarjetas de teléfonos móviles, etc.

Haití no puede ser  responsabilidad económica de  República Dominicana, que es un país muy pobre, aunque no como el vecino. Las grandes potencias pretenden que seamos los dominicanos quienes carguemos con Haití, algo imposible. Su estrategia es que más temprano que tarde se produzca una fusión, que República Dominicana y Haití sean un solo país. La integración. Como si fuera tan fácil y, tan simple. Y no lo es.

Quien suscribe no tiene nada contra los haitianos. Al contrario, lo considera un pueblo digno y valeroso, capaz de hacer una de las revoluciones más hermosas y trascendentes de la historia de la humanidad. Reconoce su grandeza y su nobleza. Igual que Santo Domingo. Los haitianos en su territorio y los dominicanos en el nuestro, hermanados por la tierra y por la historia. Pero cada cual en su lugar. Así  debe ser. Pero nuestros gobiernos  han actuado irresponsablemente frente al problema haitiano. ¿Qué tal si ahora que hablamos de debatir los  problemas nacionales colocamos en carpeta el tema haitiano como uno de esos males a los que hay que buscarle una rápida solución?

El Nacional

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