En su antología titulada La narrativa yugulada, la mas amplia que se haya realizado sobre la cuentística dominicana, Pedro Peix, su autor, no incluye a Fabio Fiallo ni a José Ramón López, no obstante ser este ultimo el primero en publicar un volumen de cuentos y haber sido designado con su nombre el Premio Nacional que sobre el genero otorga el Estado.
La década de los treinta ha sido generosa para la cuentística nacional por la pléyade de narradores nacidos durante ese período. Vale recordar a escritores como: Abel Fernández Mejía, Marcio Veloz Maggiolo, Carlos Esteban Deive, Armando Almánzar, Efraín Castillo, René del Risco Bermúdez, Iván García y Rubén Echavarría, todos nacidos entre 1931 y 1940.
Peix considera a López autor de los primeros escarceos, tentativas, bosquejos del cuento dominicano, pero no del cuento mismo. Esto ocurre porque el conocido cuentista sitúa el nacimiento de la narrativa breve en nuestro país a partir de 1930.
Lo contradictorio de este asunto es que Peix juzga a Bosch el verdadero precursor del cuento dominicano . Se sabe que es parte de nuestra tradición considerar a López el precursor.
Lo cierto es que en la década de los 30 aparece un grupo de escritores que marcarían definitivamente el surgimiento del cuento con el rigor de género independiente provisto de leyes formales y rasgos literarios y lingüísticos claramente definidos. A su vez se estableció la diferencia de este tipo de escrito con la diversidad de textos narrativos, y que por tanto cuentan hechos, pero que corresponden a otras denominaciones.
Juan Bosch En 1933 aparecen los primeros cuentos de Juan Bosch en el volumen Camino Real. Sólo entonces puede afirmarse que el cuento es asumido como una convención literaria, como un genero excluyente que tiene sus propias leyes formales, su propio código narrativo inscrito en una estructura que no acepta digresiones ni tolera remembranzas o introducciones caprichosas. (Peix, pág 7).
Bosch y los cuentistas que crecieron en torno a él en los años treinta representaron una marca importante en el quehacer literario y ellos no estaban por debajo de quienes escribían cuentos en otras regiones del continente, en cuanto a los recursos estilísticos utilizados y la temática abordada.
Es decir, hay razones para estimar que la década de los 30 significa el real punto de partida de nuestra cuentística.
Ramón Marrero Aristy (1913-59) Publicó el volumen de cuentos Balsié en 1938 y su celebrada novela Over en 1939. El propio autor se permitió clasificar su contenido en narraciones, estampas y cuentos, como aparece en la primera edición de editorial Caribes en 1938.
José Rijo, ( 1915-1992) Publicó sus cuentos en los periódicos de la época durante las décadas 30 y 40, mucho después (1978) los recogió bajo el título Floreo. También dio a la luz el texto Entre la realidad y el sueño. Se le menciona como una de las principales columnas del primer eslabón del cuento dominicano.
Su producción no es voluminosa, pero de relevante valor en los detalles formales.
Freddy Prestol Castillo (1914/1981) También pertenece a esta etapa de despegue del cuento, de él se ha dicho que tuvo un ejercicio promisorio en la narrativa, pero sus cuentos quedaron dispersos en las páginas de los diarios. Oportuno es el momento para sugerir a la Secretaría de Estado de Cultura disponer el trabajo de recopilarlos para que en la próxima feria del libro sean presentados en un libro, como un homenaje mínimo a este narrador, salvado del olvido por la persistente presencia de su novela El Masacre se pasa a pie, una de las mas vendidas de nuestras librerías. En su narrativa se destaca la fuerza expresiva y un grato tinte lírico.
Los cuentistas del 30 marcaron este quehacer y los resultados se vieron de inmediato en los escritores de la década del 40, en quienes dejaron su impronta, tal el caso de Ángel Hernández Acosta.
Según datos del historiador Frank Moya Pons, en su valioso libro Bibliografía de la Literatura Dominicana, durante el siglo 19 se publicaron 58 obras literarias en diez variedades de géneros, de las cuales hubo siete novelas y dos libros de cuentos.
Es a partir de la tercera parte del siglo veinte cuando el cuento supera a la novela. Moya Pons registró para el período 1961-1990 un total de 151 novelas publicadas y 160 libros de cuentos.
Quizás resulte antojadizo, pero asocio esta producción narrativa de la séptima década hacia acá con la década del 30. Es que quienes comenzaron a destacarse en los 60, nacieron, biológicamente, en la década del 30.