Opinión

Una democracia especial

Una democracia especial

Cada día el pueblo comprende más por qué aquí hay tantos politiqueros que se preocupan por la vigencia de su democracia representativa. Y tiene que ser así, porque bajo esta forma de gobierno una minoría insignificante puede, supuestamente en nombre y representación de la mayoría del pueblo, ejecutar los actos más despreciables sin recibir la más mínima sanción.

A una persona honrada, decente y sensata, le debe resultar chocante en su conciencia el hecho de que una persona, civil o militar, con un sueldo modesto pueda tener en su patrimonio cuarenta o cincuenta millones de pesos, lujosas mansiones, cinco o diez vehículos y dos y tres fincas.

No hay que ser un científico  para determinar los actos de corrupción en los manejos de los bienes del Estado, ejecutados por un funcionario. Aquí se ha dado el caso de personas que antes de manejar los dineros del pueblo no tenían una cueva para vivir ni una bicicleta para transitar y hoy son dueñas de mansiones y flotillas de vehículos.

Si se quisiera recuperar los dineros que se han robado los funcionarios, lo único que hay que hacer es comenzar preguntándoles,  ¿de dónde sacaron esta fortuna, cómo se han hecho para ser poseedores de bienes cuantiosos?

Pero aquí los ladrones de cuello blanco gozan de completa impunidad; el pueblo  no tiene dolientes; basta con tener poder para  disponer de los bienes del pueblo y los pillos, los delincuentes, moverse por las calles exhibiendo los millones de pesos robados, como si cada millón fuera un trofeo.

En la medida que la democracia representativa dominicana garantiza impunidad a los delincuentes, en la conciencia ciudadana se va fijando la idea de que aquí son unos tontos los que se dedican al trabajo honrado, decente y honesto.

Si un niño ve que el corrupto que se ha enriquecido con los dineros del pueblo es la persona más homenajeada, de seguro que  se va formando la idea de que el hombre ejemplo es el corrupto. Si el corrupto es premiado por su acción y el hombre honrado y de trabajo es minimizado, y muchas veces humillado, perseguido y hasta eliminado físicamente, muchos niños van a querer ser corruptos, ladrones y pillos.

La indiferencia oficial, la debilidad de la Justicia y la falta de mecanismo para enfrentar a los delincuentes de cuello blanco, permite que la corrupción se convierta en  forma normal de vida.

Los que aquí han hecho fortuna con dinero robado al pueblo tienen el corazón como una piedra.

Hay que ser insensible para robarle a un pueblo muerto de hambre, lleno de miseria, analfabeto, con miles y miles de tuberculosos, sin techo, sin hospitales, sin escuelas….  En una sociedad como la nuestra, donde la corrupción es una institución, el trabajo honrado es una afrenta.  Por tal razón es que lo mejor del país ve bien que los corruptos de todos los gobiernos sean sancionados en forma ejemplarizadora.  El ladronismo oficial tiene que ser puesto en manos de la Justicia para que el pueblo no siga identificando la democracia representativa como sinónimo de ladronismo.

 

El Nacional

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