Opinión

Una joya

Una joya

Cuando en 1987 la valoración del Maestro Ramón Oviedo (1924-2015) crecía como la espuma, gracias a una trayectoria donde la disciplina, la investigación y el talento se aunaban para establecer un discurso estético que abría para el país una plástica desprovista de calcos, los directivos del Banco Hipotecario Dominicano (BHD) le encargaron la realización de un mural en las oficinas principales de la entidad bancaria. Ya Oviedo había realizado numerosos murales (dentro y fuera del país) y en conversaciones privadas me había manifestado que añoraba dedicarse a ese oficio, cuya práctica era escasa en el país.
Al preguntarle qué tema abordaría en la realización del mural, Oviedo me confesó que desde hacía años bullía en su cabeza la creación de una serie sobre la música y los músicos. Esa revelación no me sorprendió porque tras su debut como compositor en los años 70’s, el sueño del Maestro era convertir sus sueños y su melomanía en obras de arte imperecederas.
En el mural realizado para el BHD —al que denominó “Sinfonía Tropical”—, Oviedo abordó el tema de la música, no desde su nacimiento en Grecia como arte, sino como la esencia de los sonidos y silencios que desde la incursión en el Siglo XVIII de la “contredanse francesa” en el Caribe, nos han acompañado. Por eso, en “Sinfonía tropical” se conjugaron las principales vivencias musicales de Oviedo y fue la vía expedita para vislumbrar y aprehender su expansión hacia otros lenguajes estéticos, como la composición musical entre ellos, donde las evocaciones —esos espacios de discontinuidad que no se cierran—, permanecían agazapadas y a la espera de convertirse en puros excedentes de significación.

“Sinfonía tropical” llegó en el momento preciso para que Oviedo rescatara de su numen ilusiones y epopeyas y comprendiera el valor de lo discontinuo, allí donde la disyunción simbólica se une a los significantes.
Desprovisto de toda ideología, “Sinfonía tropical” fue una obra mural creada por Oviedo, no para satisfacer la petición del adquiriente, sino para compensar plenamente al músico que llevaba dentro. Además, la obra logró cerrar bocas y críticas sobre el propio discurso pictórico de Oviedo, invectivas que —por lo regular— acusaban al Maestro de centrar su obra en objetos comprometidos ideológicamente con procesos revolucionarios, o de marcada irreverencia hacia las normas sociales burguesas.
Esta joya mural que descansa en el BHD aborda la temática de la música a partir de una atmósfera figurativa, en donde se mezclan zonas abstractas que confieren a la obra la plasticidad de una deslumbrante totalidad que explora un paisaje en el que se mezclan montañas, doncellas y flores, pero explayando el espacio y su textura hacia el esplendor mágico que Oviedo estampa a su obra.
Pero lo maravilloso del mural “Sinfonía tropical” es el estallido de colores y la sobrecogedora factura de su ordenamiento, donde cada figura alberga una singular importancia en el sello creativo de Oviedo, dimensionando lo continuo y lo discontinuo para establecer una unidad entre sentido, plasticidad y naturaleza.

El Nacional

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