Opinión

Una solución democrática para el Partido Revolucionario Dominicano

Una solución democrática para el Partido Revolucionario Dominicano

No pocos dan por verdaderos los adagios que rezan  “los pueblos no tienen memoria” y “el pueblo dominicano tiene la memoria corta”. Uno y otro olvidan que en sociedades subdesarrolladas, pobres, desatendidas en materia de educación, sobre todo en educación concerniente a la moral y a los derechos del ciudadano, no resulta difícil violentar el libre albedrío y las conveniencias democráticas de la Nación mediante la limosna del clientelismo obnubilador.

El clientelismo, como sinónimo de conciencias compradas como baratijas, como promesa engañosa y oportunista a los desvalidos, ha llegado a ser, en tiempos de Leonel Fernández Reyna y sus herencias de hoy, calculado objetivo para la supervivencia política, para el enriquecimiento ilícito y la impunidad.

 Yo quiero creerle a Hipólito Mejía y a otros dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano cuando expresan, a propósito de las negociaciones que se llevan a cabo para solventar la crisis que padece esa organización política, que los dominicanos puedan dar por seguro que no aceptarán jamás acuerdos de aposento, confabulaciones para servir intereses personales bastardos y tramperías para engullirse el pastel “a lo comesolo”, mientras inducen en el pueblo perredeista la falsa ilusión de un convenio apetitoso para todos.

No digo estas cosas así por así, más que mis deseos de certidumbre me estoy haciendo eco de las ansias de sinceridad y certeza que cunde en los miembros y simpatizantes del Partido Revolucionario Dominicano, temerosos de que una Comisión Política o un Comité Ejecutivo pactados al margen de su soberanía, vale decir, de la libertad de resolución y elección consustanciales a esos organismos, impongan soluciones que no respondan al justiciero propósito de “que primero es la gente”, tal y como lo predicaba aquel líder inolvidable, tan llevado y traído, tan abusado, tan utilizado para aprovechamientos espurios.

 Frente a esos temores creo que lo sano, lo lógico y lo equitativo, lo que puede augurar un porvenir exitoso es la consulta universal a las bases del Partido Revolucionarios dominicano, consulta abierta a todas las ambiciones que se enmarquen dentro de las exigencias de los Estatutos Generales de esa organización. Para realizar esa consulta no debieran oponerse los argumentos baladíes de las dificultades burocráticas, bastarían la buena voluntad, la buena fe y la convicción de que los perredeistas deben ser ejemplo de ejercicio democrático. Y esto así, porque esa disposición, esa actitud positiva, encuentra en los Estatutos Generales las pautas capaces de dar salida a situaciones como las que vive el Partido Revolucionario Dominicano. Bienvenido el pacto entre los dirigentes de todas las tendencias existentes si se hace para la convocatoria de un Plebiscito para consultar a la generalidad de los perredeistas acerca de quiénes deben ser su Presidente y su Secretario General.

Los Artículos 39 y 40 de esos Estatutos Generales consagran el Plebiscito como “un organismo de consulta democrática” y establece las pautas generales para su realización. El Párrafo segundo del Artículo 39 expresa: “En el Plebiscito participarán todos los militantes con derecho a voto del Partido, y sus decisiones serán tomadas por la mayoría de los votantes, quienes responderán exclusivamente Sí o No.” Vale decir, el pacto deberá someter a ese organismo todos los candidatos que satisfagan las exigencias para ser una u otra cosa. Quien obtenga mayores Sí para la Presidencia del Partido será quien deba ser presentado a la aprobación de la Convención. Y para el Secretario General  se procederá de igual modo.

 De ser sincera la decisión de unidad y la vocación democrática de quienes hoy día propugnan por una salida de la crisis del Partido Revolucionario Dominicano, por esa vía pueden encaminar sus afanes, tanto más cuanto que los Estatutos Generales señalan entre las atribuciones del Plebiscito, la siguiente: Artículo 40, letra d: “Cualquier otro tema no contemplado en estos estatutos, cuya trascendencia lo amerite”.

 No hay, pues, excusas, para no ejercer tan bella oportunidad para ser ejemplo de partido revolucionario democrático.  Bastan, repito, la buena voluntad y la buena fe. Dije antes, dirigiéndome Hipólito Mejía  y otros directivos perredeistas que les quiero creer.  Lástima que no pueda decirle lo mismo a Miguel Vargas Maldonado.

El Nacional

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