Opinión

UNAS DE CAL….

UNAS DE CAL….

Una queja a Díaz Rúa

Hoy vuelvo a erigirme por cuenta propia en vocero de Miches, mi pueblo, en ánimo de llamar la atención del ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, mi amigo y tocayo Víctor Díaz Rúa.

Y sé que conseguiré su atención porque una de las virtudes que adornan al ingeniero Díaz Rúa es sin duda la sensibilidad humana.

El problema que pongo sobre su escritorio es de fácil solución porque no implica una gran erogación de dinero ni la utilización de grandes recursos de otra naturaleza.

Pero además corrige una injusticia que no puede ser justificada desde ningún punto de vista.

Ocurre que Obras Públicas reparó y asfaltó todas las calles de Miches, con la única excepción de dos cuadras a la entrada de la carretera que comunica a esa comunidad con Sabana de la Mar.

Me cuentan que entre los argumentos para dejar ese tramo así se referían a que el ayuntamiento de allí había cubierto con cemento ese pedazo de calle y que no se le podía aplicar asfalto encima porque no se pegaría.

Pero ocurre que los puentes, que por lo general son construídos con cemento, son debidamente asfaltados y esa capa permanece en el tiempo.

Me dicen que también se alegó que ese tramo correspondía a la carretera, pero ocurre que en el barrio El Asfalto, a casi un kilómetro de distancia hacia fuera del poblado en esa misma dirección, todas las vías fueron asfaltadas.

Me sentí tentado a llamar a la compueblana ingeniera Bernice Páez para tratarle el asunto, pero luego desistí convencido de que ya ella no podría hacer nada por más que quisiera.

Porque ya Obras Públicas había retirado de Miches sus equipos dando por terminado el trabajo, lo que me convenció de que ya Bernice no podría intervenir por cuenta propia para liberar de su martirio a decenas de familias que siguen  respirando cemento.

La vida para los habitantes en ese lugar se ha tornado tan  difícil, que cuando algún funcionario trata de ir en su auxilio a veces les provoca sufrimientos mayores.

Es lo que pasó con el encementado de esa calle por parte del ayuntamiento para evitar la polvareda que se levantaba al paso de los vehículos.

La iniciativa parecía buena, pero terminó cambiando una polvareda de tierra por otra de cemento, más espesa y probablemente más perniciosa para la salud humana.

Ahora sólo me resta esperar haber sensibilizado al ministro Díaz Rúa porque una decisión suya podría, si él quisiera, pudiera cambiar la mala suerte de las familias residentes en ese tramo, que viven un auténtico drama humano.

El Nacional

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