Opinión

UNAS DE CAL…

UNAS DE CAL…

¿Y esperaban a Sobeida?

A Sobeida Féliz, la mujer arrestada en relación al decomiso de 4.6 millones de dólares, ya parece habérsela tragado la tierra y era de esperarse.

Lo extraño es que sean nuestras autoridades judiciales las únicas personas a las que les tomó por sorpresa.

Porque a decir verdad; era iluso esperar que ella continuara en el vaivén de los tribunales, luego de que, por alguna sospechosa ra$ón le fuera levantada la compuerta de la escapatoria.

Estoy casi convencido de que ella fue puesta en libertad como primer paso para su escapatoria o desaparición, porque las razones en que fue apoyada esa decisión no resisten mucho escrutinio.

Se habló de que Sobeida debía estar con sus hijos y de que su madre enferma necesitaba de cuidados.

 Claro, la juez que cambió por garantía económica su medida de coerción consistente en un año de prisión, obvió el detalle de que hacía unos tres años que la madre de Sobeida no la veía.

Tampoco valoró el “insignificante” detalle de que a pesar de la  opulencia en que esta mujer llevaba su vida, sus padres apenas respiran gracias a que la miseria, por más espantosa que sea, acaba con la vida con inmisericorde lentitud.

O sea, a pesar de que no hay mucho en qué apoyar la preocupación de Sobeida por su madre postrada en cama desde hace años, esa juez estimó que su encierro en la cárcel le impedía ocuparse de ella.

Naturalmente, había que motivar con algo una decisión de difícil explicación, y apelar al sentimiento y a la familia que con frecuencia da buenos resultados porque mitiga cuestionamientos.

Sólo que en el caso de Sobeida el argumento de la preocupación por la madre o la familia no encajaba, y por inapropiada hasta atrajo sospechas que han terminado bien fundadas.

Hay que rogar, sin embargo, para que el silencio de esa mujer,  haya sido protegido por sus jefes mediante la escapatoria y no por métodos más compulsivos.

Porque todos sabemos que en el medio en que ella ha venido desenvolviendo su vida, cualquier cosa se puede esperar cuando las cosas amenazan con salirse de control.

Y es de sospechar que ella sepa bastante acerca del boricua fugitivo; José D. Figueroa Agosto y sus socios, y que éstos tengan especial empeño en evitar que la las autoridades la fuercen a ofrecerles la información que maneja.

De manera que hay que rogar para que, por la razón que sea, la existencia de Sobeida todavía les convenga.

Porque mientras así sea, la esconderán, se la llevarán al extranjero o harán cuanto tengan que hacer para mantenerla lejos de las autoridades.

Y ella vivirá.

El Nacional

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