Opinión

Unas de cal….

Unas de cal….

El subsector comercial de mayor prestigio en este pobre país nuestro es sin duda el de los bancos.

Sin embargo, también tiene sus mañas para aprovecharse de sus clientes más allá de lo legítimo.

Si no se ha dado cuenta, amigo lector, fíjese en  las operaciones de los cajeros automáticos y descubrirá un jueguito mediante el cual los bancos nos cobran más de lo que deben cobrarnos.

Verá que esas entidades han especializado cajeros para dispensar pequeñas sumas y otros para montos mayores, y hasta ahí la cosa no parece implicar nada irregular.

Sin embargo, cuando concurra a cualquiera de los cajeros especializados para dispensarle cinco o diez mil pesos notará que no tienen dinero o están fuera de servicio por cualquier otra causa.

Claro, los cajeros vecinos, que le entregan por operación entre mil y tres mil pesos, funcionan a plena capacidad para inducir al interesado a realizar varias operaciones para poder acceder al monto que necesite.

Incluso, hay bancos que ofertan operaciones más baratas a través de sus cajeros automáticos, como carnada para pescar incautos, porque mediante esos dispositivos electrónicos no liberan más de mil pesos por cada operación.

De manera que si usted necesita diez mil pesos, por ejemplo, en el mejor de los casos tendrá que pagar tres o cuatro operaciones a 30 pesos cada una.

Y si se deja atraer por la oferta de operaciones a 20 pesos, posiblemente las más baratas del mercado bancario dominicano, entonces tendría que pagar al banco 200 pesos para poder sacar diez mil pesos de uno de sus cajeros.

Naturalmente, no es como para que nos sorprendamos por la trampita, porque los dueños de bancos son comerciantes como los otros, con la única diferencia de que su mercancía no es ropa o comida sino dinero.

Y todos sabemos que el comercio dominicano se caracteriza por su natural inclinación al agiotismo, la especulación y el abuso contra sus clientes.

Para nadie es secreto que nuestros “sacrificados y honestos” comerciantes nos sacarían el dinero de los bolsillos sin darnos nada a cambio, si pudieran hacerlo sin ser acusados de asaltantes.

Porque la diferencia más significativa entre los que operan aquí algún tipo de negocio y quienes encañonan a sus víctimas para despojarlas de lo que tengan, es que a los primeros no se les puede someter a la Justicia porque nos atracan sin armas.

¿Quiere confirmarlo? Revise los precios en los supermercados, tiendas y colmados, y se dará cuenta de que han subido subrepticiamente en los últimos días, para robarnos los chelitos de la regalía pascual.

Imagino que el truquito de los cajeros automáticos no es el único del que se valen nuestros bancos comerciales para timar a sus clientes, y no dudo que les reporte, por encima de sus ganancias lícitas, muy buenos dividendos cada mes.

Pero lo peor no es que esas entidades engañen a sus clientes, porque cosas así ocurren hasta en sociedades debidamente organizadas, sino que los dominicanos no tenemos a dónde acudir con posibilidades de hacer valer nuestros derechos.

 Usted y yo sabemos que si a alguien se le ocurriera tramitar formalmente una queja porque un banco le cobró más de lo debido por retirar determinada suma de dinero de un cajero automático, lo harán quedar mal.

Probablemente, aunque el denunciante tenga en su poder los comprobantes de que lo indujeron a pagar varias operaciones en un mismo cajero para poder reunir el dinero que necesitaba en un momento determinado, le aplicarán subterfugios para demostrarle que es él quien ha obrado mal.

Porque el interés de mayor peso en la sociedad dominicana es todavía el de quien más puede. Y ése es contrario al de la mayoría.

victormendez23@hotmail.com

victormendez23@gmail.com

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