Opinión

Unas de cal….
Me retiro de la Plaza

<STRONG>Unas de cal….<BR></STRONG>Me retiro de la Plaza

La Plaza de la Salud ha sido durante muchos años el centro hospitalario de mi predilección a la hora de la búsqueda de asistencia médica.

Por costumbre o por inercia, siempre que necesité afrontar alguna dolencia mis pasos se dirigieron a ese establecimiento a cualquier hora del día o de la noche, sin reparo en cuestiones de distancia.

Por eso soy testigo de primera mano del proceso de deshumanización aplicado por ese hospital, que convirtió en números o clientes a quienes alguna vez fuimos sus pacientes.

Ni siquiera le conferí mucha importancia cuando comenzaron a cobrar por el estacionamiento aunque sin hacerse responsables del robo o daños a los vehículos.

Y cuando un día me sirvieron de desayuno una sopa de unos vegetales que daban alojamiento y comida a pequeños seres vivientes al  echarlos a cocinar, también me quedé callado.

El médico quiso convencerme de la conveniencia de comer “aquello” porque contenía proteínas, y le propuse que comiera él dos curadas para yo comerme el resto.

Pero él rechazó mi oferta y todo quedó ahí. Me limité a no comer nada preparado allí.

Sin bulla ni denuncias, porque a mi hospital había que cuidarlo.

Tampoco me escandalicé cuando la noche del 17 de febrero último sufrí un leve accidente y me llevaron herido, y no había hilo para suturarme.

Total, encontraron hilo en una farmacia y suturaron mi herida, que era lo que necesitaba.

En esa ocasión tuve que irme embarrado de sangre porque tampoco había agua oxigenada para limpiarme, pero eran detallitos a los que no confería importancia.

Eran para mí cositas sin importancia, a pesar de que en cada caso tuve que pagar tanto o más que en cualquier clínica de renombre.

Pero en estos días, a propósito de la actual epidemia de gastroenteritis, he tenido que abrir los ojos, como decimos en buen dominicano cuando nos desengañamos.

 Escuché las quejas de muchísima gente, las confronté con mi propia experiencia  y tomé algún tiempo para observar.

 Y de entrada noté que al llegar a la emergencia, por ejemplo, si usted llega con un dolor de cabeza inaguantable lo ponen a esperar turno porque su dolencia no se ve.

Hay que llegar chorreando la colorá para que le faciliten rápido acceso al servicio de emergencia.

Pero el mismo servicio de hospitalización deja bastante qué desear, porque su calidad ha caído de manera estrepitosa.

A juicio de muchas personas con familiares internos allí a las que escuché quejarse, los médicos de servicio en realidad no se ganan los honorarios que perciben por cada paciente.

Pero el mayor problema lo encontramos en el irrespeto al tiempo ajeno en la Plaza de la Salud.

Si todavía un botón constituye la muestra, mi hijo más pequeño fue dado de alta a las 11:00 de la mañana y pudimos salir a las 5:30 de la tarde.

La espera es tediosa porque nadie dice nada, con excepción de que es necesario esperar a que llamen a la persona de que se trate.

Conté seis entradas de médicos y enfermeras que se limitaban a decir el nombre del paciente y a repetir que estaba de alta.

En mi caso había un problema del que me enteré al final, porque al parecer el reingreso de mi paciente, que había sido dado de alta pero como muchísimos otros tuvo que regresar, no había sido notificado oportunamente a mi seguro de salud.

Claro, nadie asumía la responsabilidad y la atribuían al seguro cuando me quejé por el irrespeto a mi tiempo.

“La culpa es de su seguro”, repetía como autómata la joven de servicio en Facturación, tratando de rehuir la responsabilidad del hospital.

Finalmente resolvieron el impasse entre ellos y mi seguro, pero me dieron nuevas razones para cambiar de hospital. ¿No le parece?

victormendez23@hotmail.com

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