Apretujados, hombres y mujeres se disputan con la carga un espacio en la parte trasera de una destartalada camioneta que los lleve desde el mercado hasta los puntos de ventas. Conductores, pasajeros y autoridades de tránsito conocen de los riesgos, pero a nadie le importa. A esto hay que agregar que la práctica de tomar y dejar pasajeros en cualquier lugar, así como que un sindicato se apropie de una esquina cualquiera de la ciudad y la convierta en terminal, ha sido aceptado por las autoridades.
Pero en la medida en que los agentes de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet) sólo se preocupan por atender los vehículos privados cuyos conductores no usen el cinturón de seguridad o hablen por celulares.
Esto hace suponer que la intención es más de convertir esa entidad en recaudadora que en ordenadora del tránsito y prevención de accidentes.
Bastaría con transitar cualquier avenida, próxima a los mercados de la capital y Los Mina, para presenciar decenas de espectáculos como el de decenas de personas en la parte trasera de una pequeña camioneta, sin importar los riesgos a que se exponen esos seres humanos.
El caos en el tránsito es un reflejo del desorden generalizado en la capital, donde en cualquier acera se puede construir o improvisar un negocio, sin que hayan impedimentos, cual si se tratara de un espacio en la selva africana.
EL DATO
¿Dónde está Amet?
Esa es la pregunta obligada de quienes cada día observan esas violaciones, en la avenida Duarte, carretera Mella, Charles de Gaulle o cualquier otra vía de la capital y Santo Domingo.
