Opinión

¡Valor Julita, valor!

¡Valor Julita, valor!

El 19 de diciembre de 1965, Francisco Alberto Caamaño y algunos miembros de su gobierno en armas viajaron a Santiago para asistir a la misa que en la Iglesia de La Altagracia se oficiaría en memoria del coronel Rafael Tomas Fernández Domínguez, muerto a tiros 7 meses antes durante el asalto al Palacio. Para entonces, se había suscrito con la Fuerza Interamericana de Paz el Acto Institucional que le puso fin a las hostilidades que habían estallado el 24 de abril de ese mismo año.

Luego de depositar ante la tumba del coronel Fernández Domínguez una ofrenda floral, Caamaño y sus acompañantes se dirigieron al Matum. Poco tiempo después, trescientos cincuenta miembros del Ejército Nacional cercaron el hotel y empezaron a bombardearlo con tanqueros y a disparar a mansalva con armas largas. La superioridad numérica de los atacantes les valió de nada, pues siete horas de desigual combate arrojó para ellos un balance humillante.

Mi madre, que se encontraba dentro del hotel, lloraba ante la posibilidad de dejar huérfano a mi hermano mayor, que a la sazón tenía menos de dos años. Héctor Aristy le repetía a voz en cuello “Valor Julita, valor”, y no huelga recordar aquí que fue precisamente él quien le aconsejó a Caamaño retener a algunos ciudadanos norteamericanos que se encontraban dentro del Matum aquella mañana. Y fue esa decisión la que motivó a los soldados de la Fuerza Interamericana de Paz a interponerse entre los atacantes y el hotel para ponerle fin al encuentro bélico en el que la patria perdió al coronel Juan Lora Fernández.

El autor de este artículo no tenía en agenda nacer, y al hacer este rápido trazado de uno de los episodios de coraje heroico más memorables de nuestra historia, doy testimonio de lo orgulloso que me siento no solo de mi papá, que desafió la muerte durante el glorioso 1965, sino también de mi mamá, quien sobrevivió el asalto al Matum para traerme a la vida algunos años después. A ellos dos, en el más allá donde hoy se encuentran, y a todos ustedes que me honran leyendo estos garabatos, les deseo una muy feliz Navidad.

El Nacional

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