Opinión

“Váyase, señora, no la he visto”

“Váyase, señora, no la he visto”

Rafael Grullón

New Jersey.-La mente del artista, de las personas que no permiten ser encerradas por los paradigmas del diario vivir, la frontera entre la locura y el genio es más que finísima.  En Paulo Coelho, escritor brasileño, cuyas ideas han encontrado un invernadero en el espíritu del hombre que mora transitoriamente en este planeta, la locura precedió al genio, la cual él disfrutó, pero que sus padres sufrieron.

Al encontrar su camino, la escritura, no le quedó otra alternativa que confesárselo a su madre, la cual le contestó: ¡Ay!, mi hijo, Brasil cuenta con decenas de millones de habitantes, tiene miles de escritores, pero Jorge Amado, solo hay uno”.

Se refería la madre de Coelho al autor de la novela clásica Doña Flor y sus maridos, que los dominicanos pudieron ver después en la pantalla chica.
De igual de incrédulos ante él como su madre, fueron los compañeros de la letra brasileños con Coelho. Cuando ya había conquistado una parte de sus lectores fuera de la frontera de su país, hubo un Congreso de Intelectuales en Europa.

Los que se tenían como tales en Brasil, fletaron un avión sin invitarlos. Él tomó un vuelo particular y cuando llegó al cónclave del pensamiento, se convirtió en la figura y la noticia en representación del Brasil. Los que no comprendieron que el rival de la envidia se puede sustituir, pero no eliminar, no les quedó otra alternativa, que no fuera convertirse público del escritor que intentaron marginal.

Es el Coelho que les describimos en estas líneas, que nos narra con uno de sus personajes de una de sus obras, la experiencia de aquel hombre que hizo un largo viaje en busca del tesoro y cuando llegó donde supuestamente estaba el mismo, después de pasar las mil y una, solamente encontró el mensaje que rezaba: “El tesoro está donde tú has partido”.

Eso les pasa a muchos inmigrantes, pero otros nadie los aparta de su sueño, como aquella señora de Centro América que emprendió el recorrido hacia Norteamérica y tuvo a dejar la vida en el viaje, si no hubiese sido rescatada por el monasterio, donde le dieron de comer y de beber, rehabilitándola.

Cuando emprendió de nuevo la marcha y logró cruzar la frontera de Estados Unidos a través de México, fue capturada por un guardia estadounidense. La señora le dijo: “Mátame, prefiero morir en Norteamérica que regresar desde dónde vengo.” El Guarda de fronteras le contestó: “Váyase, señora, no la he visto.”

La determinación de mujeres como esa y sus descendientes, tienen a Donald Trump en la frontera de la derrota electoral.

El Nacional

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