Opinión

Venezuela

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Confieso que a raíz de la muerte de Chávez vaticiné que el candidato designado –por cierto, qué forma tan poco democrática-, para representar su partido en las elecciones, ganaría con un margen apabullante. Supuse que lo emocional, a lo cual se aferró Maduro, en una actitud políticamente comprensible, pero exponente de carencias, provocaría un fenómeno similar al ocurrido en este país cuando  a días de elecciones congresuales y municipales murió Peña Gómez y el PRD arrasó en los comicios.

 Los resultados me dejaron absorto. Una diferencia pequeña, dando por descontado, como hago, que los ofrecidos son cómputos legales, aun pudiendo ser válidos algunos cuestionamientos que atañen a su legitimidad. Lo mismo que sucede por estos territorios, que la competencia es tan desigual y las condiciones de participación tan inequitativas, que la derrota de muchos se produce antes del depósito de los votos. Más que unos ganar, otros pierden.

 Hoy, puede afirmarse, con escaso riesgo de fallar, que si la campaña se hubiese prolongado un mes, Maduro hubiese perdido, y eso se torna evidente con la tendencia a perder ventaja, manifestada en los últimos días.

 Una victoria en esas circunstancias invita, más que a celebrar, a someter los hechos y, sobre todo, el porvenir, a un proceso de reflexión, si en verdad se está comprometido con hacer del ejercicio público un instrumento efectivo al servicio del engrandecimiento de los pueblos. A quienes se fanatizan, esto puede parecerle una apostasía, pero de no asimilar las lecciones derivadas de lo que acaba de producirse, que luego no se sorprendan si la realidad continúa golpeando sus ojos afectados de miopía política.

No puede pasar desapercibida la pérdida de votos respecto al certamen anterior porque ella es reveladora de una sensible disminución de las bases de sustentación del sistema, lo cual se expresó por encima de las circunstancias especiales en que se llevó a cabo el proceso.

Determinar las causas que produjeron eso es responsabilidad de los continuadores del Chavismo, lo que no podrán hacer si no se detienen a examinar aspectos medulares como la situación económica, las formas graciosas de distribución del petróleo, la inseguridad ciudadana, la corrupción y la visión sectaria del fenómeno social, por la cual se proclama gobernar para un sector, pero se hace al costo de arruinar lo demás, y esa no debe ser la misión de quienes tienen el deber de armonizar, lo mejor posible, todos los intereses involucrados.

El Nacional

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