Opinión

 Verdad amarga

 Verdad amarga

Muchos abriles han transcurrido desde la intervención norteamericana  de 1965. A 48 años de la ocupación, que se cumplieron ayer, ¿cuál es la nota más característica de ese acontecimiento? No resulta tan difícil de precisar, pues es obvio que a medida que ha pasado el tiempo el fervor patriótico se ha ido diluyendo, como la “piel de zapa”, hasta borrarse de la memoria colectiva. Peor todavía es que si por cualquier razón a Estados Unidos se le ocurriera volver a utilizar las armas no encontraría resistencia, sino un recibimiento de bienvenida de un pueblo defraudado, al que su bienestar material le importa más que conceptos como Constitución y soberanía.

Y, sin que nadie se llame a engaño, no son dos ni tres los compatriotas que desearían que este país se convirtiera en una colonia yanqui. Verdad amarga para una nación citada como ejemplo de patriotismo.

Pero no sólo de Estados Unidos. La desilusión y la crisis de expectativas son tan arraigadas que el dominicano desearía volver a ser hasta una colonia de España, a pesar de la crisis económica y los múltiples problemas que afectan a la madre patria. De hecho, se conocen estudios que dan cuenta sobre el deseo de emigrar de muchas personas siempre que se les presente la oportunidad, bajo el pretexto de que aquí no se progresa por las buenas. Esa frustración, si se le puede llamar así, hace que el dominicano mire para todas partes.

En el caso de Estados Unidos el “sueño americano” es un arma más poderosa que sus tropas y cañones para imponerse hoy en una nación que ha tenido que ocupar en dos ocasiones. La primera para cobrar sus empréstitos, amenazados con las montoneras y la permanente inestabilidad política; y la segunda, la de abril de 1965, para evitar que el “comunismo” se instalara en el país. Es cierto que eran los tiempos de la guerra fría, pero, de todas formas, el argumento hoy no deja de causar risa. Y conste que todavía hay algunos capítulos no dilucidados, entre los que figuran la proliferación de héroes y combatientes que han pasado  facturas por sus servicios a la patria.

A pesar del abuso y las humillaciones que han representado las intervenciones militares, resulta, cual ironía del destino, que República Dominicana es uno de los países más sumisos al Tío Sam. Estar bien con Washington es la máxima aspiración de la clase política. Cualquier político del patio daría lo que no tiene por saludar o hacerse una fotografía con Barack Obama. El cambio de mentalidad en el dominicano y el nuevo concepto que se tiene frente a Estados Unidos hacen que una epopeya como la intervención de abril de 1965 transcurra sin pena ni gloria. Como si no hubiera ocurrido.

El Nacional

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