Opinión

Vergonzosa complicidad

Vergonzosa complicidad

A propósito del escándalo suscitado por las denuncias de Quirino Paulino, ofreció declaraciones a medios de comunicación el ex fiscal del Distrito Nacional, José Manuel Hernández Peguero. Entre otras cosas, dijo que tenía la citación del ex presidente Hipólito Mejía para interrogarlo sobre el caso investigado, pero no le dio curso por instrucciones en contrario recibidas del entonces presidente Leonel Fernández.

Una afirmación de esa naturaleza pone de manifiesto elementos que confirman la inexistente institucionalidad que prevalece en el país, la falta de independencia de funcionarios del sistema judicial, la complicidad histórica que nos afecta y la impunidad reinante como consecuencia natural de eso.

El pasado procurador fiscal ni siquiera reparó en el daño que se hacía a sí mismo con su reconocimiento de que estando consciente de que un ciudadano debía ser investigado, no lo hizo por recibir órdenes superiores. Una persona que haga prevalecer su dignidad ante tal oprobio, al menos recurre al camino que lo conduce a su casa sin retorno posible el ejercicio de sus funciones.

De igual manera, dejó mal parado al presidente de aquel momento porque ha admitido que la acción penal en determinados casos se ponía o no en movimiento a discreción del primer mandatario, lo cual constituye una intromisión dañina desde todo punto de vista.

Algo más, tal reconocimiento público, hecho en el contexto actual de los acontecimientos, podría interpretarse como una forma de reclamar un trato recíproco por la magnanimidad que se tuvo antes con Hipólito Mejía, y ese sería un reclamo inconveniente en estas circunstancias.

Como si lo dicho fuera insuficiente, después de las declaraciones comentadas, se ha dicho que la causa por la cual se dejó sin efecto la cita al pasado presidente fue porque este amenazó con hacer una alocución al país dando detalles de informaciones graves. Es inexplicable que los personajes involucrados en este episodio no establezcan la veracidad y dimensión de lo dicho por el Dr. Hernández Peguero ante la innegable trascendencia de sus palabras.

De ser cierto todo esto, el tema se resumiría en una manifestación de un concierto de chantajes recíprocos en los cuales se hizo prevalecer el silencio para que la verdad no aflorara, bajo el criterio de que a todos convenía dejar los acontecimientos hasta ese nivel. Resulta doloroso admitir que un país donde ocurren situaciones de esa catadura está a punto de tocar fondo, y peor, con escasas probabilidades de emerger.

El Nacional

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