Actualidad

Victoria Jiménez: una indigente  que quiere hallar dónde vivir

Victoria Jiménez: una indigente  que quiere hallar dónde vivir

El Gran Santo Domingo es una metrópolis con  características muy particulares. Altas edificaciones, miles de vehículos transitando por arriba, por abajo y hasta por las aceras originando un verdadero caos, con vendedores ambulantes que vociferan a toda voz sus productos, basura por doquier y, atracadores y sicarios aportando sus cuotas de robos y asesinatos, pero sobre todo están los indigentes, que son los últimos de los olvidados.

Al contrario de lo que pueda parecer exteriormente, por su lamentable apariencia física muchas veces no tenemos presente que el ser indigente no es sinónimo de estar loco o ser enfermo mental y que sin importar cuál sea el diagnóstico, éstos son parte de nosotros, y que de seguro muchos   tienen una historia que contar, cierta o no, es su vida y es posible que a una gran mayoría le gustaría tener alguien a quién contarla. He aquí una de esas historias.

Sin poder explicar de manera coherente, pero sí con un español claro y fluido, ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿por qué?, llegó a vivir debajo del elevado de la avenida Máximo Gómez con Nicolás de Ovando, Victoria Jiménez, de 65 años, oriunda de Villa Consuelo, habla de sus penurias desde que fue despedida de su trabajo como secretaria archivista en el hoy Ministerio de Obras Públicas, durante la primera gestión del presidente Leonel Fernández en  1996.

“Cuando gana el PLD en el 1996, yo tenía diez años trabajando como secretaria auxiliar en Obras Públicas y me botaron y no me dieron ni un chele.  Busqué trabajo y no encontré nada, así es como terminé en la calle, por no poder pagar mi alquiler. He vivido en varios lugares, aquí ya tengo dos años, antes vivía en una acera en los alrededores de la Manicera”, afirmó Jiménez.

Mientras nos habla barre con su escoba de guano todo su entorno. Rodeada de sus 14 perros y tres gatos. Entre cartones y cachivaches viejos y mal olientes, a pesar de la buena ventilación del lugar, ya que no hay paredes, puertas ni ventanas sólo el techo y el piso de tierra de la vía.

Con su rostro marcado por las arrugas, vestida de negro, cual luto que guardara al esposo o a los hijos que nunca tuvo, una negra chaqueta sucia y deshilachada, zapatos rotos, rojos, con hebillas de color oro. Anillos, collares, pulseras y artes sin ningún valor adornan su cuello, sus manos y orejas. Un viejo sombrero negro con gris, oculta una larga cabellera que de seguro en un tiempo fue sedosa y bien cuidada.

“Yo nunca me casé. Fui adventista y usted sabe  que los religiosos no pueden irse por detrás de las palmas. Deben tener un una relación en casa y en la iglesia. Yo me fui por un tiempo para Haití, allí estudié francés e inglés y aprendí estos idiomas”, afirmó Victoria.

Al preguntársele sobre su familia, contesta de manera vaga, sin precisar nada, mientras sus ojos se entristecen. “Mi papá murió en el  Padre Billini y  mi madre también murió, solo recuerdo que en el 1980”, agregó. Si tuvo hermanos o familiares próximos, ya no se acuerda. O quizás también ya no le importe o no quiere hablar del tema.

Ella y sus animales viven de la caridad de la gente, que le llevan comida y le dan algo de dinero. Sus vecinos son varios buzos que comparten el mismo techo, son los dueños de la montaña de cartones y otros trastos viejos que se observan y que luego serán vendidos.

“Casi no duermo de noche, cuando lo hago es en un cartón o duermo sentada en esa mecedora”, dice mientras señala una vieja mecedora de fibra de vidrio, donde descansa un libro (Rescate en el Tiempo, 1999-1357, de Michael Crichton) que dice leer algunas veces.

“Me paso las noches barriendo todo esto. Quiero que Dios y el Gobierno me ayuden a conseguir donde vivir”, dijo mientras abría sus brazos en forma de cruz.

UN APUNTE

Desamparados

En nuestro país decenas de indigentes y enfermos mentales, viven, transitan y mueren calles, avenidas puentes y parques, sin que ninguna autoridad le importe o tome carta en el asunto. No nos extrañaría saber que hay organismos estatales para estos fines y que no hacen nada.

 

El Nacional

La Voz de Todos