Todo está definido. La reelección está atascada, natimuerta en el sentido estricto. Al presidente Danilo Medina le faltó lo que le ha sobrado al ex presidente Leonel Fernández: audacia política. Los auspiciadores del proyecto reeleccionista que hoy intentan empujarlo desesperadamente como una necesidad nacional, han obrado con torpeza e incertidumbre y deberán pagar un alto precio político. Nunca manejaron correctamente el concepto de tiempo y espacio. Está claro: el proyecto reeleccionista está en tierra movediza, mientras Leonel se enseñorea en vientos favorables.

Y se me ocurre preguntar: ¿Quién le ha dicho al Presidente de la República que hacer un buen gobierno es garantía de retorno a la silla presidencial? Olvida el discípulo de Bosch que los dos gobiernos de moralidad probada que ha tenido el país solamente duraron siete meses: Ulises Espaillat tuvo que renunciar y a don Juan, para desgracia eterna de los dominicanos, lo tumbaron.

El desmonte del proyecto reeleccionista crea un panorama sumamente intrincado. El danilismo se debilitará, pues los que no fueron favorecidos lo intentarán con Leonel. La convulsión interna en el Partido de la Liberación Dominicana es predecible, pues existe un convencimiento en los precandidatos presidenciales y en una gran cantidad de miembros y simpatizantes, de que el modelo permisivo de gobernar que exhibió el presidente Fernández y el entronizamiento de la élite de poder que le acompaña, choca con los ideales boschistas.

Al salir Danilo Medina del ajedrez como candidato en el 2016, abre una brecha a una oposición política que no ha programada conscientemente nada para alcanzar el poder, pero la coyuntura favorecerá una unificación, creando todas las condiciones para un gran frente opositor, que podría concertar lo inconcertable, como diría el genio de Julio Cortázar.