Opinión

Violencia intrafamiliar drogas: un caso en Santiago

<P>Violencia intrafamiliar drogas: un caso en Santiago</P>

La violencia intrafamiliar, ejercida en mayor número por masculinos violentos, contra mujeres, niños, niñas y también envejecientes, afecta sobre todo a las mujeres, víctimas del perfil machista de un compañero, un padre, un hijo, un hermano, u otro allegado familiar, que por las mismas creencias culturales y sexistas piensan son dueños de la compañera, la hija, la madre, la hermana….

El comportamiento tradicional de los hombres agresores en el ámbito del hogar, es el de los amos, dueños y señores esclavistas y explotadores, pero a puerta cerrada y con protección de las reglas patriarcales establecidas para eso, mismas que determinan la arbitrariedad de un servicio permanente y femenino, al que ellos creen tener derecho solo por nacer varones, sin importar años de estudio, posición económica, apariencia sería, ocupación de importancia y mucho menos, religiosidad, porque el sexismo no razona.

Para ejemplo, el caso de Altagracia Julia Guzmán, que es conocido precisamente hoy por un tribunal penal de Santiago.  Con 49 años de edad, un matrimonio de casi veinte y un hijo de 17, Altagracia Julia guarda prisión en Rafey desde hace más de tres meses y se enfrenta a una pena probable de varios años, porque en su casa las autoridades encontraron una maleta con droga, dejada por un hermano de madre sin que ella supiera nada y quien no la descarga con su testimonio porque simplemente es un agresor, un masculino violento cuyo crimen es violencia de género intrafamiliar en primer lugar, y luego, váyase a saber cuántos más.

Altagracia Julia padeció de polio a los 4 años de edad, por lo que tiene una discapacidad en el brazo derecho y el sistema óseo afectado por osteoporosis como secuelas, enfermedades reales, aunque la más grave es el estigma de una socialización inequitativa y abusiva que hace que, desde que su madre vive fuera del país hace casi 10 años, ella tenga “la obligación” de atender a su hermano y al esposo de su madre, padre de él y no de ella, de “un todo”, es decir, limpiarles la casa, cocinarles cada día, fregarles, plancharles y un montón de etcéteras que componen la injusta armonía de la mayoría de los hogares. Como también debe atender a su esposo y a su hijo, Altagracia Julia llevaba una vida sacrificada, con la resignación típica de las mujeres de su edad, criadas en hogares tradicionales de estructuras androcéntricas, en los que cualquier mueble y/o electrodoméstico,  vale más que una mujer; hasta que a ese “hombre de su vida”, el hermano, se le ocurrió implicarla en sus fechorías, sin su conocimiento. Y lo hizo como los machos suelen agredir a las mujeres de la familia, si consultas ni pesares.

Por un lado, esta complejidad de las relaciones familiares a la luz del género, exige que quienes administran la Justicia se capaciten en la minuciosidad de los problemas que crean las relaciones domésticas entre los géneros, porque alrededor de las drogas, su tráfico y su consumo, suelen haber crímenes de violencias de género, sean intrafamiliares y/o sexuales, cada vez más evidentes, que profundizan hasta la supervivencia de las mujeres envueltas en ellos.

Por otro lado, la fría exigencia de las pruebas, junto a la avidez impertinente por conseguirlas, sea cual fuere el precio, y la frialdad de un sistema dicotomizado y esquizofrénico que apenas puede con su alma como para “atar cabos”, es posible que acaben con Altagracia Julia, una pobre mujer de barrio, en cuya casa de madrea con techo de zinc es alquilada, porque no tiene mayores recursos, hace mucho que la esperan su compañero y su hijo.

(Diferente al caso de Doña Vivian Lubrano, aquí no habrá investigaciones exhaustivas ni consultas interdisciplinarias por parte de las autoridades y hasta del ejecutivo. Mucho menos indultos y permisos especiales para viajar a mejores puertos donde no sienta pánico).

Y aunque nadie de categoría jerárquica, presionará a la justicia por Altagracia Julia Guzmán, las mujeres todas podemos recordarla hoy y desearle que un rayito de luz atraviese las conciencias endurecidas que la van a juzgar y lo hagan sabiendo que ella es, por encima de todo, una víctima más de los prejuicios, el sexismo, el corporativismo, la desigualdad y en fin, de todas las debilidades que nos venden como fortalezas quienes manejan nuestras vidas adocenadas!

susipola@gmail.com

El Nacional

La Voz de Todos