Opinión

VISIÓN GLOBAL

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El pasado sábado alrededor de la una de la madrugada, un grupo de adolescentes de entre 17 y 21 años fue asaltado por cuatro maleantes armados, despojando a 15 de ellos de todo lo que llevaban.  Ocurrió frente al residencial Las Acacias (kilómetro siete de la avenida Independencia), cuando los muchachos, entre los cuales se encontraba mi hijo Nelson, estaban en la acera tras concluir un encuentro estudiantil.

 Aunque sólo les robaron cosas de valor material (dinero, celulares, relojes, carteras, aretes y cadenas a las hembras), sin agredirlos físicamente, los muchachos quedaron con un trauma sicológico inimaginable.

 Varios de ellos acudieron al destacamento policial del Mirador Sur, y su frustración fue mayor cuando los agentes, con desprecio olímpico, les soltaron esta perla: “Bueno, cojan ese libro y escriban ahí lo que pasó”.

 Luego de ese desdén policial optaron por no describir nada, pues estaban conscientes de que sería en vano. Hasta la fecha de escribir esto, los afectados no han sido siquiera llamados a ofrecer detalles, a pesar de que le he dicho a la Policía que tengo datos fundamentales del vehículo ocupado por los malhechores.

 Y así es. Varios de los asaltados pudieron anotar la placa del vehículo, lo que me ha permitido disponer de ese dato, marca, color, modelo y hasta el número de chasis del mismo.

 Pero esos datos a la Policía no le interesan, pues al parecer el hecho de que doce o quince muchachos fueran asaltados, no es trascedente.

 Sin embargo, para los padres sí es importante que se detenga a los delincuentes y se les saque de las calles, donde constituyen un peligro para la sociedad.  La lucha contra la inseguridad tiene que abarcar todos los elementos y no solo la espectacularidad de los grandes crímenes.

El Nacional

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