Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

En un mundo en el que reina el caos, la desgracia, la miseria, la destrucción y parece no suceder nada bueno, me inclino por escribir algo que les distraiga, apreciados lectores, aunque tenga que ver con el asunto.

Alguna vez he comentado sobre los cientos, o miles, de refranes que adornan nuestro “idioma madre”. Hoy me ha tocado el que lleva por título esta columna. Porque, aunque veremos ahora lo que esto significa, me pregunto quién va a “sacarle las castañas del fuego” a nuestro planeta. Soy creyente, a mi manera, en Dios. No me considero una beata, ni mucho menos. Mi Credo es el Amor. Y, creo que Dios es eso, Amor. Lo pongo en letras mayúsculas porque, cuando es auténtico, es lo único que puede prevalecer y salvar la Tierra, a la que tanto hemos, y seguimos, vapuleando.

No somos conscientes todavía, en términos generales, de que el querer alcanzar, y retener sin compartir, solamente riquezas materiales, no serviría de nada si este astro termina por estallar. ¿De qué nos pueden servir miles de millones de dólares, euros o cualquier otra moneda si no podemos respirar, beber agua y comer? ¿Qué haríamos con ellos si nos encontrásemos en un desierto, a miles de kilómetros de algún oasis o pueblecito, o en medio del océano sobre una tabla de náufrago? El dinero es importante, sí, porque fue, en su momento, lo que se cambió por el trueque, para mayor comodidad de la gente.

Pero ese afán de amasar del que las personas, en general, están obsesionadas no me parece demasiado sano, ni física ni espiritualmente.

Y ahora vamos a ver lo que dice el refranero:

“Sacar las castañas del fuego” es una expresión que se usa para decir que se saca de un apuro a alguien aún a riesgo de recibir daños.

Según el DRAE se trata de una frase coloquial que significa “ejecutar en beneficio de alguien algo de lo que uno puede resultar dañado o disgustado”.

Por ello se utiliza cuando se ayuda a alguien solucionándole la situación apurada en la que pudiera encontrarse, incluso sabiendo que con ello se puede correr cierto riesgo.

El esclarecimiento de este modismo es la analogía de un hecho real pues, quien acerca las manos al fuego para coger las castañas que se están asando, es consciente de que puede quemarse por la proximidad de las brasas. No obstante, por amistad y afecto, afinidad u otra razón, se asume ese riesgo, reemplazando a la persona encargada de hacerlo con la intención de ayudarle.

El Nacional

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