Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

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Nhá Chica, una santa brasileña poco conocida

A Francisca Paula de Jesús se la conoce como Nhá Chica. Nacida en el año 1810 en una aldea de San Antonio do Rio das Mortes Pequenos, uno de los distritos de São João del Rei, municipio de Minas Gerais en Brasil, se trasladó junto a su familia a la ciudad de Baependi. Allí permaneció hasta su muerte el 14 de junio de 1895 y fue enterrada el 18 de junio en la capilla construida por ella. Los que la acompañaron testimoniaron que su cuerpo exhaló un perfume de rosas durante los cuatro días del velatorio. El aroma fue sentido 103 años después por miembros del Tribunal Eclesiástico que realizaron su beatificación.

Su existencia fue divulgada por el escritor Paulo Coelho en su libro “Maktub”. Según su argumento él le pidió a Nhá Chica que le convirtiese en un afamado literato prometiendo que regresaría a su santuario cuando cumpliese cincuenta años de edad y le llevaría dos rosas rojas en una mano y una blanca en la otra.

Según se cuenta era hija de Isabel, una esclava liberada por Chica da Silva en Diamantina. Isabel conoció en aquella época al indio Seberê que había huido de los hacendados de Bahía que habían hurtado sus tierras. Aquel hombre se fue a vivir a Villa Rica (Minas Gerais) donde trabajó como aprendiz de escultor y talló ángeles para las iglesias barrocas. Seberê conoció, entonces, al santo mártir Tiradentes. Éste fue ahorcado y descuartizado y por ello Seberê se vio de nuevo perseguido y tuvo que volver a huir. Se dirigió a Caxambu, situado al sur de Minas Gerais, y se escondió en los bosques. Allí conoció a Isabel y de su relación con ella nació Nhá Chica. Después jamás regresó y transcurridos diez años, Isabel, ahíta de esperarle se fue a buscarlo a la Sierra de Mantiqueira, aunque no logró encontrarle. Isabel murió dejando a su hija, de diez años de edad, y a su Teotônio, de doce, huérfanos en Baependi. Antes de morir, Isabel aconsejó a la niña que no se casara y que dedicara su vida a Dios. La chiquilla obedeció rehusando cualquier propuesta de matrimonio. Por su proceder, la gente empezó a verla como a una santa. Su fama llegó hasta remotos lugares. Como Nhá Chica era analfabeta personas cercanas le leían las Sagradas escrituras. Compuso una Novena en honor de Nuestra Señora de la Concepción y construyó al lado de su pequeña casa una iglesia donde veneraba una imagen que aún se conserva en una sala de la casa donde vivió.

En 1954, la iglesia de Nhá Chica fue entregada a la Congregación de las Hermanas Franciscanas del Señor. Desde entonces se fundó una obra de asistencia social para menores, financiada por benefactores devotos suyos. Tras varias reformas, el “Santuario de Nuestra Señora de la Concepción” acoge peregrinos del Brasil y otras partes del mundo. Hoy en día están registradas en el santuario unas 20.000 gracias alcanzadas por la santa.

Sus restos mortales se encuentran actualmente en el mismo lugar en que se enterraron en el interior del Santuario de Nuestra Señora de la Concepción en Baependi donde son venerados por los fieles. Recibió oficialmente el título de Sierva de Dios, en 1991, de la Congregación de causas de los Santos del Vaticano y el 14 de enero de 2011, el Papa Benedicto XVI reconoció sus virtudes heroicas.

El Nacional

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