Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Dormir es una etapa de actividad del mismo nivel que el estar despierto, pero cambia las percepciones sensoriales. El organismo sigue con su actividad y se esfuerza para recuperarse, garantizar su sostenimiento y disponerse para el día siguiente.
Si lo privamos de ello se resentiría mucho nuestra salud. Dormimos en ciclos de 90 a 120 minutos. Una noche de descanso se compone de entre tres y seis ciclos. Cada uno tiene cinco fases:

El adormecimiento. A la hora a la que solemos dormirnos, nuestro cerebro segrega hormonas que provocan somnolencia, los músculos se relajan, nuestro estado de alerta disminuye y el pulso y la respiración se ralentizan.
El sueño ligero provoca que cualquier estímulo exterior pueda despertarnos.

En el sueño lento ligero los signos vitales se hacen más regulares. Escuchamos ruidos exteriores, pero ya no nos despiertan.
El sueño lento profundo invade la mayor parte de nuestro descanso. La temperatura disminuye y los signos vitales son regulares.
En el sueño paradójico la actividad de los ojos y el cerebro gana intensidad. La mente está despierta, pero no percibe el entorno. El pulso y la respiración son irregulares.

Aunque el cuerpo se encuentre inerte y la persona dormida, el cerebro sigue muy activo. Por eso a esta fase se la denomina sueño paradójico. Ocupa el 20% del primer ciclo y, a medida que la noche avanza, es cada vez más largo. Equivale al 25% de nuestro descanso total.

Dormir estimula las defensas inmunitarias, la energía, el crecimiento, la regulación de la temperatura y la presión arterial, el descenso del estrés, la conservación de la memoria, el aprendizaje, la producción hormonal y la división celular.
En resumen, el sueño, tanto el ligero como el profundo, permite al cuerpo recuperarse físicamente, y hace que los órganos y tejidos se regeneren. Durante la fase de sueño lento profundo tiene lugar la división celular y la producción de la hormona del crecimiento.

El sueño paradójico es el momento dedicado a los sueños. Permite recuperarse de la tensión nerviosa, ordenar los recuerdos de la jornada, grabar la información y olvidar aquello que resulta inútil.

Aunque produzca una gran actividad cerebral unida a un gran consumo de energía, este tipo de sueño es fundamental. A diferencia del sueño lento, reparador desde el punto de vista físico, el paradójico lo es desde el punto de vista mental.
Alegar que una noche de descanso debe durar un número concreto de horas y que esa cifra es válida para todos es un error.
Cuando dormimos poco surgen una serie de síntomas:

Bostezos. Una inspiración larga, una breve apnea, a continuación una espiración corta, etc. permiten estimular la vigilancia proporcionando una corta sensación de bienestar, a pesar del cansancio.

Ojeras. Aumenta la cantidad de sangre en el contorno de los ojos, donde la piel es considerablemente fina, causándole un color oscuro. Esto depende de cada persona, lo que explica que a algunas se les noten más que a otras.
Necesidad de excitantes. Cuanto más tiempo estamos despiertos, más adenosina, hormona del cansancio, acumulamos. Este neurotransmisor se fija sobre los receptores del sistema nervioso avisándonos de que necesitamos descansar.

El Nacional

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