Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Cabarete, me haces falta…
Yo vivía en Cabarete que es un pueblo situado en la provincia de Puerto Plata, famoso internacionalmente por sus campeonatos de surf y otros deportes acuáticos. Aunque no los practico, me hace falta ese, mi pueblo adoptivo pues yo nací en la capital.
Vivía en una casita con el techo de zinc, próxima al mar, bastante humilde. Allí entraban hasta ratones por el tejado.
Pero a pesar de sus inconvenientes, la verdad es que, ahora que estoy en España, he tomado conciencia de lo agradable que era el residir en aquel lugar, más que nada por su gente.

Las ciudades grandes han perdido el encanto y la solidaridad de los pueblos, algo harto sabido.
Y yo supe ganarme a muchas personas que vivían o iban a trabajar allá. Sobre todo, tenía por vecinos a unas personas a las que considero mi familia. Se trata de los Suriel Fernández.

El padre, al que todos conocen como “Cabo Largo”, siempre fue amable y cariñoso conmigo.
Y la madre, Ana, constantemente estuvo pendiente de mí.

Cuando me fracturé un hombro, ella era la que se ocupaba de ponerme las inyecciones que el médico me recetó. Cuando tuve una afección muy dolorosa, provocada por un disco intervertebral que se me desplazó, ella se encargaba también de atenderme, incluso de aplicarme una pomada para que aliviase mis dolores.
Y no sólo eso, mientras viví allí, cada mañana iba a su colmadito de venta de comestibles, situado en el frente de su casa, y ella me regalaba un café. Si no iba se preocupaba y venía a ver si me ocurría algo.
Todos los días almorzaba en casa de su hija Lila quien, a su vez, cuando no lo hacía o me retrasaba, también mandaba a alguien a buscarme.

Con el resto de la familia siempre tuve una relación de gran afecto. Su hogar era un refugio para mí. Y, cuando el calor apretaba, me sentaba a leer en su galería pues, la casa en donde yo residía, daba la espalda al mar y no entraba ni un ápice de brisa; era calurosa.

Como carecía de Internet y lo necesito para mi trabajo, cada tarde me dirigía al local de otro gran amigo: Zabala. Éste tiene emplazado su negocio enfrente de la playa, en la calle principal de Cabarete, que es la carretera que va a Sosúa.

Antes pasaba por delante del colmadito a saludar a mis amigos que, aunque algo retirado de dicho local, también se encuentra en la misma calle.

Entre amigas nos ayudábamos a arreglarnos el cabello y las uñas. Por las tardes, en muchas ocasiones, regresaba a casa de Lila para sentarme con ella a conversar, tanto si estaba sola como si estaba acompañada por su hijo y nuera, o por su hermana Ivelisse. Daba igual quien estuviese allí, yo siempre era bienvenida.

Entablé también amistad con otras personas, entre los que se contaban empleados del Supermercado Janet, tales como el licenciado Gabriel García Almonte, Juan, Jonathan, etc. y otra vecina, Mami, que vivía casi enfrente de ese comercio.
De hecho, si caminando normalmente hubiese tardado unos 10 minutos para llegar a la oficina de Internet, entre saludos y saludos solía tardar media hora.

Eso aquí no existe. Sales a la calle y te encuentras sola, a menos que hayas planificado una salida con amigos.

El Nacional

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