Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

Vivencias cotidianas de allí y aqui

El respeto en la convivencia
Soy de la opinión de que el respeto es fundamental en cualquier tipo de relación.
Ya sea en una de pareja, familiar, y no solo de hijos a padres sino también de padres a hijos (si se les falta el respeto podemos alejarlos), de amistad, de negocios y, en general, en todo.

Cuando se pierde el respeto, por cualquier motivo, las cosas empiezan a “tambalearse”, a denigrarse e incluso pueden llegar a deshacerse, desintegrarse para siempre. Y es muy posible que, después, cuando ya es muy tarde, nos arrepintamos por no haber sabido mantenerlo, por no haber reprimido palabras o conductas irrespetuosas.

En esta etapa de mi vida, y por algo será porque no creo en las casualidades sino en las causalidades, me ha tocado el tener que alquilar una habitación en una casa compartida con otras personas.
Procuro siempre mantener una actitud respetuosa pero, algunos de los que conviven conmigo, en ocasiones no siempre actúan del mismo modo.

Por ejemplo, a veces estoy viendo una película o una serie que me interesa en la televisión que está situada en el salón. Y, sin importarles lo más mínimo el molestarme, una madre rumana empieza a regañar a su hijo, que ya tiene 32 años. Ni se le ocurre el retirarse a su habitación, que es lo que yo haría, para hacerlo.
Y eso que intento, ayudada por el mensaje corporal, hacerle ver que los decibelios de su voz me están molestando mucho: Subo el volumen al máximo, me inclino hacia delante sujetando una de mis orejas, etcétera.
Únicamente, en una ocasión, se me ocurrió pedirle que hiciera el favor de dejarme escuchar y su respuesta fue: “Esta es una zona común, no es para ti sola, así es que yo hablo como me da la gana. ¡Y, si no te gusta, vete a tu cuarto!”

No me fui pero me perdí gran parte de los diálogos o monólogos que intentaba, infructuosamente, escuchar.

Sin embargo jamás he vuelto a pedirle que baje la voz. ¿Para qué? ¿Con qué fin? Si estoy convencida de que ni ella misma es consciente de lo desagradable que puede ser su forma de comportarse en ese sentido.
Hoy mismo hemos tenido un encontronazo. Bueno, de parte mía no. Pero, cuando a las 3 de la tarde decidí que tenía que dejar de escribir y ponerme a comer, prácticamente me lo prohibió: “¿Por qué no has comido antes? ¿No ves que el suelo está mojado?”

Me entraron ganas de contestarle mal pero no caí en esa trampa. Me limité a contestarle: “Porque estaba escribiendo y no tenía hambre… ¡pero ahora sí!”

Y, mi respuesta obtuvo el resultado deseado. Se dio cuenta de que había metido la pata y siguió limpiando su cuarto.

Volvió a la sala un par de veces, me miró despectivamente pero al rato se le pasó.
No es fácil… Mantener la calma y el respeto hacia los demás muchas veces puede ser difícil. Pero sigo creyendo que es la única forma de mantener viva una convivencia o cualquier relación, como he dicho antes.

El Nacional

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