Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aquí

Vivencias cotidianas de allí y aquí

La celebración de la Semana Santa en Sevilla es un auténtico y espectacular acontecimiento.  Aunque no se conoce, a ciencia cierta, la auténtica historia de sus Cofradías o Hermandades, ya que, habían hablado de ella los historiadores González de León y Bermejo, en el siglo XIX, ya lo había hecho, anteriormente, el Abad Gordillo en el XVII. Su origen es muy antiguo y se remonta al Concilio de Trento.

En sus comienzos, se hacían las estaciones del “Vía Crucis” portando tan solo una cruz parroquial con manguilla. Las Cofradías salían al exterior del casco urbano, razón por la cual se constituyeron en iglesias y conventos erigidos fuera de las murallas. Más tarde, cuando ya fueron numerosas, además del crucifijo, cada una tomó su propio estandarte, ilustrado con un Misterio de la Pasión, con el fin de distinguirse la una de la otra. Así fue hasta que, a principios del XVII, el Arzobispo, Fernando Niño de Guevara, dispuso que hicieran estación en la catedral, con la excepción de las del barrio de Triana, que debía hacerlo en la Parroquia Mayor de Santa Ana.

A partir de entonces surgieron sanas rivalidades entre las Hermandades que empezaron a encargar imágenes a importantes artistas y elaborar en madera las que se representaban en sus estandartes. Comenzaron entonces a llevar en parihuela estas representaciones, sustituyendo a los lienzos.

La Semana Santa en Sevilla es, para muchos sevillanos, la celebración más importante, superando incluso a la famosa  Feria de Abril. El realizar las labores de “costalero” es un gran honor. Se trata de una notable tradición que atrae una gran cantidad de devotos de otras localidades españolas y a una enorme afluencia de turistas.

Esta fiesta escenifica la Pasión de Jesucristo en diferentes episodios, representados por esculturas de gran valor artístico y religioso. Las figuras son portadas encima de grandes parihuelas, acompañadas por “nazarenos”, lo que configura a lo que se conoce como “paso” o “paso de palio”.

Los “nazarenos” que las acompañan son los “penitentes”, cargo que es una distinción vivida con orgullo.  En muchas de las Hermandades existen listas de espera para realizar esta labor. Pero, siendo un hecho que pasa de generación en generación, no todos pueden alcanzarlo, una tradición que está altamente respetada.

Lo mismo ocurre con los “costaleros” que son los que llevan el peso de la estructura del “paso”. Esta tarea es muy importante pues ellos van marcando un ritmo que varía según cual sea la Hermandad y los recorridos que tengan marcados. Ser “costalero” requiere una gran preparación y trabajo en equipo para moverse en perfecta concordancia. De no hacerlo así,  la estructura podría romperse al perder el equilibrio. También es necesaria una enorme capacidad de sacrificio pues, llevar el “paso”, es más complicado de lo que parece. De hecho, en Sevilla podemos ver azulejos en las paredes de los recorridos de las Hermandades, en memoria de aquellos “costaleros” que fallecieron portándolos. Los “costaleros” son guiados por un capataz ya que, bajo su estructura, no pueden ver nada.

A lo largo del recorrido de las procesiones, los “pasos” hacen paradas en las que, los fieles y desde los balcones, cantan “saetas”. Este es un canto religioso, generalmente improvisado y sin acompañamiento, que tiene su origen en el estilo del “cante jondo” tradicional del flamenco..

En Sevilla, esta festividad se vive con especial intensidad y es allí en donde podemos encontrar las Hermandades más antiguas y las tradiciones más arraigadas.

Aída Trujillo Ricart                   

http://aidatrujillo.wordpress.com/

El Nacional

La Voz de Todos