Opinión

Vivir: Norberto James

Vivir: Norberto James

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El periplo que llevó a Norberto James a escribir los treinta y siete poemas que estructuran su opúsculo Vivir (fascículo de la colección poética Luna cabeza caliente) posiblemente se originó cuando el poeta macorisano quiso contar con dos grandes singladuras: la ida hacia un lugar vislumbrado por él como de ensueños (Europa) y la estadía en aquel continente con una carga de aprensiones y evocaciones.

Claro, en el quehacer poético el producto social, mercadeado bajo diversos nombres y apariencias — dependiendo del tipo de recreación que se hilvane de acuerdo a las contradicciones del ejecutante— puede subvertirse, pasando por alto el desarrollo histórico del momento, o reduciendo el rapsoda la objetividad de las categorías percibidas.

De ahí, no hay duda, que Norberto James condicionó lo que Lukács determina como “destacados rasgos esenciales de los objetos de la realidad objetiva, de sus relaciones y vinculaciones, sin cuyo conocimiento el hombre no puede orientarse en su mundo circundante” (Estética I, 1963), ya que desubica la transferencia de la intención con la individualización de una percepción ontológica incapaz de señalizar al lector u oidor la comunicación buscada.

Esto, desde luego, partiendo de la idea —tal vez equivocada— de que la poesía contenida en el opúsculo, salvo algunos poemas, busca interpretar, dentro de la especificidad de una categoría singular, la descripción de una transición geográfica, o la estadía en un lugar de aprendizaje, bajo la concepción de una maduración orgánica, en la cual sea posible aprehender el texto como un corpus literario total y sin ese empalago que responde a lo fáctico.

Estoy de acuerdo con Barthes y Paz de que texto quiere decir tejido y lo que lo conforma y estructura debe obedecer a una determinada significación; es decir, el texto —el tejido— “rota, se mueve, a través de los signos, rigiendo el ritmo en la poesía (Paz, Los Hijos del limo, 1974), o “develando la ocultación del sentido”(Barthes, Mitologías, 1957), pero siempre hilvanando, acentuando la idea generativa sobre el fin determinado. En Vivir, de Norberto James, un agrupamiento de poemas concebidos para explicitar una vivencia, las equivalencias de las metáforas articulan las comparaciones buscadas —y el lector u oidor queda posibilitado de penetrar el texto— en la señalización comunicante.

En A orillas del Sena, uno de los poemas del opúsculo, James se ve “tentado a regresar” a su infancia, “a retrotraerla”, tejiendo la analogía vital para concretar su evocación, lo que convierte el resto del poema en una implementación de imágenes —muy hermosas por cierto—que permiten la entrada al tejido de signos para representar las orillas del Sena.

El Nacional

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