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Vivir para la sabiduría

Vivir para la sabiduría

A la inteligencia se le impone el olvido, a la sabiduría un poco menos. El primer despertar es aspirar a la inteligencia y cuando se nos dice que lo somos nos “empavonamos”, nos las crecemos.
La educación busca crear “inteligencias”, que indudablemente lo consigue, pero al primer resbalón, se desmorona. Desde nuestros primeros aprendizajes tiene como fin el acumulamiento de “hechos inteligentes”, si no evolucionan hacia la sabiduría, perecen. Ambos deben pretender la vida dándose las manos, transfiriéndose las experiencias. Los pueblos que poseen la sabiduría como sustento, superan todas las adversidades.
La inteligencia termina decepcionando más que la sabiduría.
El libro-guía de la fe y la moral occidental, la Biblia, pondera la Sabiduría, en cualquier decisión que se tome, desde un hecho bélico hasta cualquier tradición familiar, inclusive la divina.
El hombre toma decisiones sabias para salvaguardar la sabiduría de la inteligencia, para beneficio del grupo, de la tribu o del pueblo.
Las decisiones tomadas con y para la inteligencia son para salvarse así mismo de las “metidas de patas.” La sabiduría insinúa, te lleva de la mano, a sentir la tradición, la vida, el vivir profundamente.
Se impone, por la vida, asumir la sabiduría en nuestros pequeños espacios, para la buena convivencia, la solidaridad real. Que convenga al uno pero que represente realmente la totalidad y no lo contrario.
Con la inteligencia pasamos el examen para un grado superior. Con la sabiduría nos hacemos un espacio dentro de nosotros mismos para dejar entrar lo que realmente representa la vida, para preservarla en los momentos de crisis.
No se emplea el mismo asombro, la gestualidad, para expresar nuestra admiración por la Inteligencia que para la sabiduría. El gesto precedido de sabiduría nos despierta de adentro hacia afuera. La violencia que posee es la de la contemplación de un arcoíris, a cualquier hora. El de la inteligencia es intolerante, “bocón”, quiere imponerse con hablar más alto que el viento de un huracán.
Ante la sabiduría una mujer u hombre el interior busca acoplarse sutilmente, no se pone a la defensiva como la inteligencia. La sabiduría es una autodefensa que si todo no se ve desde arriba, es porque no nos detenemos a mirar compenetrándose, queriendo ser parte de lo que se ve.
Descubrir mediante la sabiduría quiénes somos, hacia dónde vamos, nos los da el otro y la reflexión sobre sí mismos.
La sabiduría no es por la edad biológica que se posee, pero es vital. Nos ayuda a relacionarnos. Con la inteligencia nos encabritamos para imponernos sobre el otro.
Para cuidarnos en salud se impone la sabiduría como espacio lúdico de nuestro interior. Hay que pretender que todos nuestros actos sean de sabiduría, que no lo entendamos es otra cosa.
Los actos íntimos del cuerpo son de sabiduría y La memoria de nuestro cuerpo. La naturaleza misma es un acto de sabiduría. El paisaje, la piedra del camino, la colina; el árbol, la flor.
El río, es el gesto más íntimo, los mares, el ser que nos regula en cualquier manifestación de la vida. El libro que sobrevive siempre lo hace porque sustenta la sabiduría como fin supremo.
De todas las actividades, manifestaciones y creaciones, lo que termina quedándose es la sabiduría en su máxima expresión interior. Desde la antigüedad han existido escuelas en busca de la sabiduría en los momentos más crítico de la humanidad.
Es el punto donde confluyen la buena fe de preservar lo más sagrado que tiene la vida. Entendiéndose como vida, nuestro planeta y la libre convivencia entre todo lo que es parte de este globo terráqueo, y por qué no, más allá.
El pedazo de tierra que no se posee en la realidad, se tiene dentro, por el polvo que seremos. Todo eso se consigue con una actitud de equilibrio, de buscar la verdad reconociendo la del otro.
Vivir para la sabiduría es pensar profundamente que somos uno, sin importar el idioma que articulemos o balbuceemos o el color de la piel, la tierra que se tiene como patria.
Cada palabra de sabiduría, desde la antigüedad, posee la impronta de la conciliación, que todo es pasajero, que lo único que no lo es, es la vida, vivir en armonía, la sabiduría suprema. Que es la mejor de sus definiciones.

El Nacional

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