Opinión

Voces y ecos

Voces y ecos

Rafael Peralta Romero

José Marcos Iglesias

 

Tres condiciones han caracterizado su vida pública: fervoroso practicante de una dominicanidad cabal, vehemente defensor de la democracia y servidor público con demostrada dedicación. Ahora, en el otoño de su vida, es lógico que merezca el reconocimiento de los dominicanos sensibles. Hablo del doctor José Marcos Iglesia Iñigo.

En una sociedad, como la nuestra, donde la política se ha vuelto un muladar, ¿a cuántos le importa la vida de un hombre de 88 años porque haya servido siempre las causas del pueblo? El idealismo está en fuga, la degradación moral ha llegado hasta a los jóvenes, muchos de los cuales no escapan de la corrupción que nos arropa.

Pero como la esperanza es lo último que se pierde, queda esperanza. En un asomo del idealismo, el licenciado Fulgencio Bolívar Espinal, un político de esencia popular, formado en la escuela que fue el Partido Revolucionario Dominicano de antes, está promoviendo un reconocimiento para don José Marcos Iglesias Iñigo, diplomático e internacionalista.

Espinal define a Iglesias como “Un incansable militante de la nacionalidad y el patriotismo dominicano, concretándolo en la permanente cruzada por el reconocimiento de sus prohombres”. Cita a Juan Pablo Duarte, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, con cuyos nombres Iglesias obtuvo la designación de calles, parques y escuela en San José, Costa Rica”.

Iglesias se desempeñó como embajador de República Dominicana en Costa Rica, de 1978-1986. Tras un período de cese en esa función, fue reintegrado por disposición del presidente Leonel Fernández, cargo que aun desempeña en la nación centroamericana. También representó el país ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, de 2000 a 2013.
El Senado de la República ha sido apoderado, vía el senador Julio César Valentín, de Santiago de los Caballeros, de una petición para que se tribute un reconocimiento a este abnegado servidor público y promotor de la cultura dominicana en el exterior, quien mantuvo vínculos políticos y amistosos con los líderes Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez.

Iglesias Iñigo nació en 1932, en Tamboril, provincia Santiago, donde adquirió conciencia de “hombre libre” y se convirtió en desafecto a la tiranía que mantenían en el país Rafael Trujillo y su familia. Dada la atmósfera de intolerancia, tomó el camino del exilio y se integró a los movimientos conspirativos contra la dictadura.

En Costa Rica formó familia, su hogar fue lugar de los exiliados. Ante la crisis electoral de 1978, defendió la voluntad popular y logró pronunciamientos de instituciones y personalidades en solidaridad con la democracia dominicana. Voluntarioso y humanista, Marcos Iglesias merece un reconocimiento. Que hable el Senado.

El Nacional

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