Opinión

Voces y ecos

Voces y ecos

Rafael Peralta Romero

Perturbación en la UASD

 

Hubo una época en la que los estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo se movilizaban en el campus exhibiendo banderas de sus respectivas agrupaciones y esgrimiendo consignas relacionadas con las circunstancias políticas dominantes. También protestaban por medidas de las autoridades o reclamaban prerrogativas.

Hace tiempo que eso no ocurre. La una vez vigorosa y ágil Federación de Estudiantes Dominicanos no es ni sombra de lo que fue en los tiempos de Amín Abel Hasbún o de Hatuey De Camps. El movimiento estudiantil se ha tornado un semillero de politiqueros que luego son trasplantados al plano nacional donde ejercen ciertos aprendizajes.

Es absurdo pensar que los sujetos que producen desórdenes en la periferia del recinto universitario sean estudiantes de la vieja academia estatal. Preguntados por la prensa acerca de la razón por la cual quemaban neumáticos y provocaban disturbios, algunos de los encapuchados respondieron con gestos desconocerlo.

El rector de la UASD, Iván Grullón Fernández, ha expresado su sospecha de que los perturbadores son pagados por individuos ajenos a la institución. “No quiero acusar a nadie, pero nos parece que hay sectores que no quieren que le den recursos a la universidad”, dijo. La Universidad reclama al Estado una mejoría de su asignación financiera.

En alguna información se fundamenta Grullón Fernández para considerar que los encapuchados son pagados por algún interesado. Lo cierto es que nunca los estudiantes de la UASD se enmascararon para protestar, ni siquiera durante los tenebrosos doce años de Joaquín Balaguer. Participar en una protesta fue motivo de orgullo para ellos.

Decía Narciso Isa, militante izquierdista, en un artículo periodístico que “No tiene sentido encapucharse en la UASD, donde la lucha debe ser abierta, con otras modalidades, ajustadas a la legalidad y a la institucionalidad universitaria mientras reine la democracia interna”. Apreció que los encapuchados no son revolucionarios ni nada parecido.

En pro de su crecimiento, algunos negocios apuestan al desprestigio de las instituciones públicas. La delincuencia destruye los cementerios públicos y crecen los privados. Se desacredita la Policía Nacional y se crean cien compañías de guardianes privados. Ya antes se desestabilizó la escuela pública y prosperó el negocio de la educación.

La UASD no necesita un cuartel de la Policía en su recinto. Las atrocidades de los encapuchados ocurren fuera del ca mpus universitario. Lo que no se entiende que es siendo tan repetidas las acciones, la Policía no haya podido atrapar a uno de esos bandidos para presentarlo sin capucha y entregarlo a la justicia. La gente espera eso. La UASD lo requiere.

El Nacional

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