Opinión

Voces y ecos

Voces y ecos

Rafael Peralta Romero

Santana, para El Seibo

 

Cada cierto tiempo alguien –persona o institución- recuerda la conveniencia de sacar del Panteón Nacional los restos del general Pedro Santana, quien fuera el primer presidente de la República Dominicana. La pertinencia de tal pedimento se funda en los actos afrentosos protagonizados por Santana contra la soberanía y contra algunos patriotas.

La propuesta de exhumar el cadáver del “Marqués de las Carreras” ha procedido generalmente de sectores liberales y democráticos que no conciben permanezca allí el nombre de alguien que, si bien jugó valioso papel en la guerra por la Independencia, desbarató con los pies lo que hizo con las manos. Traicionó lo que había conquistado.

Los gobernantes dominicanos no han hecho caso a este reclamo porque responden a la mentalidad conservadora, y a veces totalitaria, instalada en el poder desde la fundación de la República, en 1844. Santana alternó con el general Buenaventura Báez en el gobierno del país durante el primer medio siglo de historia republicana.

La Cámara de Diputados aprobó, en agosto de 2009, una resolución en la que solicitaba al entonces presidente Leonel Fernández ordenar el traslado de los restos de Santana desde el Panteón Nacional a un templo católico de El Seibo. Fernández no hizo caso a la disposición, posiblemente para no chocar con Joaquín Balaguer, quien lo llevó al Panteón.

En 1861, dada su desconfianza en el futuro de la República, escudada en su concepción unipersonal del poder, Pedro Santana, con 63 años de edad, decidió entregar la nación dominicana a la monarquía española. El 18 de marzo de ese año, fue bajada la bandera nacional, y en su lugar enarbolaron la española.

La soberanía era entregada voluntariamente, sin plomo ni sangre, por el presidente Santana, quien fue honrado – vaya honra- por España con los títulos de Gobernador Civil, Capitán General de la Colonia, Senador del reino, Teniente General de los Reales Ejércitos y Marqués de las Carreras. Murió en 1864, sin que viera restaurada la Independencia.

La Juventud Duartiana entregó el pasado martes al diputado Fidel Santana un proyecto de ley donde se plantea exhumar los restos del controvertido político y ceder ese espacio en el templo de los inmortales, de la mentalidad democrática, a un ciudadano de incuestionable trayectoria, como debe ser quien permanezca en ese lugar sagrado.

Santana debe ser llevado a la fortaleza militar de El Seibo, sede de un batallón de infantería que lleva su nombre, como procede sea llamado el recinto. Debe instalarse un baluarte, con llama votiva, flores y soldados simulando escaramuzas. En la inauguración: una enjundiosa conferencia dictada por un intelectual santanista. El general estaría en su sitio.

El Nacional

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