Opinión

Voces y ecos

Voces y ecos

Rafael Peralta Romero

Libertad limitada

 

La libertad es un atributo indispensable para los seres humanos, diríase que sin esta prerrogativa la vida resulta incompleta y engorrosa. “Somos responsables porque somos libres”, ha escrito Jaime Balmes, filósofo y teólogo español del siglo XIX.

De lo dicho por el pensador ibérico se infiere que la responsabilidad implica la oportunidad de escoger entre dos o más opciones antes de actuar y que probablemente la decisión adoptada conlleve alguna restricción, pues hay una correspondencia entre el albedrío y las restricciones.

La organización de la vida en sociedad demanda el establecimiento de normas, las cuales suelen ser poco gratas. Las reglas de tránsito, por ejemplo, sobre todo si contradicen nuestro interés inmediato, resultan desagradables y se tornan en tormentos para algunos espíritus que se definen libertarios. ¿Acaso pueda alegarse que esas regulaciones conllevan limitaciones a la libertad de circulación que corresponde a los ciudadanos?.

Nada hay más parecido a las reglas de tránsito que las pautas gramaticales. ¿Quién disfruta conducir un automóvil en una ciudad carente de señales, semáforos o agentes de tráfico? Me parece que en esto solo encontrarán placer quienes gozan andar en el desarreglo.

Quizá no sea aventurado afirmar que quien se solaza en el desorden lleva la conciencia atropellada, y es lícito intuir que ha de ser un sujeto patológico.
Referiré un caso sencillo, que encierra libertad y restricción en el uso del idioma.

A quienes se permiten ignorar alevemente la tilde que marca el acento de las palabras, o que dejan esa labor a la computadora, sugiero observar la variación de sentido en las palabras según la colocación del acento en casos como: a) Médico b) Medico c) Medicó.

A propósito del aspecto fónico procede señalar como una desvirtuación la libertad que se otorgan muchos dominicanos al cambiar el sonido de la J (jota) por el de la consonante Y (ye), lo cual se muestra como corriente en cascada en nombres de personas.

La norma académica no puede arrogarse el derecho de interferir en la escogencia del nombre para una criatura, pues se trata de una indiscutible prerrogativa de los progenitores. Quien declara al recién nacido ante el oficial de estado civil podría nombrarlo conforme al patrón de su preferencia, incluida la amplia oferta de nombres iniciados con J tan usados últimamente: Joel, John, Jony, Josanny, Josiris, Janel, Josemy, Julissa, Jeremy, Jolesimy, Jazmín, Janet, Jansel, Jessica, Jeneisi, Jamiris, Jocasty, July, Jensi, Joheli, Joanna, Joahn.

La libertad de quienes escogen estos nombres o de quienes los lleven, termina cuando se pretenden que quienes traten a estas personas, deben pronunciar tales apelativos con el sonido de ye, siendo como es, la letra inicial una jota.

El Nacional

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