Opinión

Vórtice

Vórtice

A través de los personajes que desfilan por las páginas de “Vórtice”, se va tejiendo una trama que nos pone en contacto con los misterios insondables que motivan el accionar de hombres y mujeres que, en sus deseos desmedidos por alcanzar satisfacciones meramente individualistas y hedonistas, no reparan en los daños que sus actitudes pueden ocasionar en los demás. Ese escenario, que se traduce en una lucha permanente de todos contra todos, no corre sus cortinas exhibiendo vencidos y vencedores, sino que el conjunto, bajo el peso de su propia torpeza, termina sucumbiendo ante la estrechez de sus visiones.

La novela aborda un tema pleno de vigencia que atañe a los efectos de la innovación tecnológica y la modernidad sobre aquellos que, por motivos generacionales, se quedan rezagados y deben padecer las crudísimas consecuencias sicológicas que implica sentirse como objetos desechables cuya vida útil ha llegado a su final cuando las demandas económicas propias del otoño de sus días apenas se inician. “Pasaron los años y las cosas cambiaron, y vaya si cambiaron, porque al crecer la agencia ya no eras suficiente y aparecieron esos muchachos, imberbes apenas, pero modernos, tenidos por genios creativos y tú fuiste almacenado, postergado, echado a un lado…”

En “Vórtice” se preserva una constante en la narrativa de su autor, el recurso pícaro de apelar a los secretos ardientes de los juegos propios de la pasión sexual, manteniéndolos siempre dentro de parámetros que los tornan atractivos, seductores y jocosos, contando para ello con una mínima apertura mental de lectores que repudien los remilgos ridículos y desfasados. En ese contexto de la obra se inscribe la obstinación masculina de no aceptar el declive natural de la verticalidad de esa parte de su anatomía que tanto orgullo machista le genera.

Un aspecto trascendente de esta novela es el retrato que dibuja de la complicidad colectiva en el intento de acomodar, para lograr impunidad, los preceptos legales a la connotación social de los imputados. Tan burda es esta manifestación, que se llega al extremo de justificar un vil asesinato en función de las abismales diferencias en los patrimonios de víctima y victimario. “A un hombre tan serio como él no lo deberían trancar por matar a un maldito ratón sin importancia como ese tíguere, que no era más que un mensajero, un comemierda…”

Armando Almánzar, con “Vórtice”, reitera su condición de ser uno de los más integrales intelectuales dominicanos, capaz de levantar vuelo, con destreza de águila y sin importar la adversidad de los vientos, en diversos cielos del mundo literario y artístico.

yermenosanchez@codetel.net.do

 

 

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