Opinión

¿Y ahora qué?

¿Y ahora qué?

Un partido se reputa de “nuevo” cuando asume los hábitos modernos y está en capacidad de impactar  en el mercado electoral. Reducir al ámbito personal la derrota catastrófica sufrida en las elecciones recientes no resulta inteligente y racional. Es cierto, existe una cuota de responsabilidad de los actores partidarios, pero la mayor cuota recae en el perfil que tomó el PRD desde que llegó a la presidencia del partido una concepción  opuesta a la naturaleza de la organización.

 Lo que no terminamos de entender es la enorme vocación que evidencia un sector del partido en subestimar la inteligencia de los ciudadanos y se “dedica” por vía de sus voceros a “convencernos” de que avanzamos en el año 2010, cuando es la primera vez en la historia democrática, con posterioridad a la muerte de Trujillo, que el PRD no tiene representación en el Senado.

 Honesto es ejercer un sentido crítico del proceso y analizar los errores. Existen grados de responsabilidad, y es innegable que los que ocupan la dirección del partido, han salido muy mal. Y es que un partido que ejerce la condición de opositor  no puede andar de paños y manteles con el gobierno. 

Una lectura inteligente del proceso es que en el PRD debe de primar el equilibrio y nadie está en capacidad de establecerse como amo y señor. Sobre todo, por las características de un inusitado giro experimentado por los nuevos dueños del partido donde las recetas conservadoras andan desconectándonos de las raíces históricas y concurriendo a un mercado tomado por los adversarios.

 La humildad no parece tener espacio en el equipo que dirige el PRD, porque cuando todos entendíamos la urgencia de convocar a los sectores internos e impulsar una etapa de reconciliación y reconocimiento de las faltas graves, se destapan los seguidores del presidente del partido, señalando un “avance” pasible de risas y propio de los que no toman la política con seriedad.

 En cualquier país del mundo, si un dirigente procura construir el respeto de sus ciudadanos, debe colocar en manos de la dirección partidaria su puesto, después de una derrota electoral sin precedentes.

Entre los perredeístas y sectores liberales existe un deseo que espera una actuación decorosa de las figuras dirigenciales de mayor jerarquía. Lamentablemente, no tomarán el sendero del decoro porque sólo se reclama dignidad donde ese valor constituye un sello distintivo. Y en una parte de la dirección del PRD ese valor anda de vacaciones.

A pesar de todo, como de costumbre, nos levantaremos.

El Nacional

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