Opinión

Yago con sus méritos ofendidos

Yago con sus méritos ofendidos

Shakespeare no deja nada al azar, ni siquiera en Otelo, donde  Yago conoce el mal a través de la inteligencia.  Se relaciona negativamente con los demás.  El personaje se aparta del esquema de la tragedia griega, donde, a decir del poeta W. H. Auden, “la compasión nace de lo inevitable”. Toma una determinada elección habiendo podido inclinarse otra. Nada en él queda a merced del destino, donde todo depende esencialmente del carácter personal o político de los participantes. La personalidad pauta los acontecimientos.

En sus Confesiones, San Agustín  ya había referido, mucha antes que el Poeta, una conducta similar a la observada en   Yago, viendo en las acciones gratuita la más obscena y obcecada  predilección por el mal, como manera de reafirmación de un carácter irremediablemente perverso. Recurre al papel de víctima un tanto básico. Las interpretaciones maniqueístas, de corte individual,  contribuyen muy poco al estudio serio y cabal de la obra shakesperiana. No son tan simplona como para encontrar ellas reprendas o consejos primarios. Ninguna, incluyendo a Romeo Julieta, soporta ni se presta a simples juicios –naif si se quiere-, en los que la trama se limita a una burda castración de cuestionados valores, o al sacrificio de un nuevo “salvador de la humanidad”. Más temprano que tarde, la realidad tiende a develar esas falsedades.

Con todo y extremar situaciones mediante la crudeza del lenguaje, Shakespeare deja en Otelo espacio para la meditación. Cuida las tonalidades. El odio, no como aplicación particular, se presta para revelar el oficio asumido por Yago. Harold Bloom tiene un juicio aceptable en un fenómeno como este, donde no hay cabida para ligerezas: “el único motivo de su odio es lo que Satán de Milton llama un ‘sentido del meritito ofendido’”.

Reducir a  Yago a los corrientes artificios del retorcedor de verdades, como el que vende baratijas en una esquina de la Mella, es restringir el genio de un personaje cuyo riqueza le otorgan condiciones para eso que Agustín llama el mal por el mal. Bloom no teme  sonrojarse cuando coloca a este funesto personaje al lado de Rosalinda, Hamlet, Falstaff [Sir Juan]. Las cualificaciones morales forman parte de los acontecimientos temporales. La posteridad, consustancial a la obra clásicas nos ofrece las posibilidades de medir el ingenio e inteligencia de los personajes. Esto es, su capacidad de sobrevivir a su época y hacerse universales, en tiempo y espacio.

En Shakespeare, la oratoria forense no se ciñe a los acontecimientos, ni siquiera a temporales  descripciones físicas, sino más bien a  marcar personalidades, a las que atribuye mayor importancia. Como lo hizo con Yago, Rosalinda y todos los protagonistas de sus dramas. Pautaban realidades. John Donne, poeta y dramaturgo coetáneo, observa sobre tales efectos: “Las obras de teatro no se parecen tanto a las cortes como estas a las obras”.  Los políticos, émulos de Yago, sin aportar  nada al ingenio y al buen ejemplo, se tornan más dañinos y peligrosos, como actores del drama político a que someten a la sociedad bajo su poder. A propósito de ofensas. [Si eres Yago u Otelo depende de los procesos y camino que escojas, pero para explicarlo tendremos tiempo en el próximo articulo].

El Nacional

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