Opinión

Yago y su amor a la maldad

Yago y su amor a la maldad

Embaucador impenitente revela su enconado amor al poder en su amor a la maldad. Figura trágica desprovista de pasiones que se niega a reconocer  orígenes y condiciones anteriores. Ve en ellos la mayor amenaza de sus proyectos de gloria. Consciente de quien es se niega a cambiar, optando por las más sinuosas y degradantes formas de vida. Atrapado en la religión de resentimiento que ha abrazado, sin ocultar su indiferencia frente al dolor de los que sufren a causa de sus bajas pasiones y ambiciones.

Retrato reflejado en los Yago recurrentes que se creen Otelo, esto es, falsas víctimas de la envidia. Desde luego, las pasiones son esenciales en la composición histórica. Los argumentos anecdóticos de la obra aportan apenas al entretenimiento, nunca al juicio edificante y el análisis ponderado. Justificarse en detalles pasajeros es lo mismo atribuir valor a chismes de patio.

Limitar, asimismo,  la descripción acerca de Yago a sus sentimientos de envidia, que los tuvo, es como encasillar a Castro u otro personaje histórico por sus parciales preferencias, como la de fumar, por ejemplo. O gustarle el vino y las mujeres como Berlusconi. Los hay, malvados y bondadosos, independientemente de sus grandes aportes.  No hay en Yago nada poético ni intelectualmente interesante, pero ser una constante amenaza siniestra compensa en él esa falta de atributos que hacen de los grandes hombres seres imprescindibles. Orígenes y acontecimientos son circunstancias que marcan tanto al personaje como el proceso que protagoniza.

La historia nos hace jugadas, sin embargo, en las que la sociedad –como Otelo-, cae las redes de la maldad de traidores como Yago, vestido de oveja. Ofendido, calumniado y humillado, como propalan en una suerte de chantaje emocional, estas nuevas versiones blanden ahora sus espadas, taimado como su paradigma original: “Le sigo y sirvo en pro de mi desquite”. Esto responde a Rodrigo cuando le pregunta por qué no deja Otelo si no cree en él.

Alguien me contaba que, cierta vez, preguntó  cómo se las arreglaban los seguidores de Bosch para aguantar tantos desplantes e insultos de su maestro.  Bosch, aparte de ser un político avezado, se hizo famoso por su intolerancia y maltrato a cercanos seguidores. No digamos de sus arranques en público.  Esta persona nunca me ha dicho la respuesta de Leonel a su inquietud. Tampoco ha sido necesario, el tiempo se ha encargado de darla, penosa y largamente.

Dado todo lo que demuestra saber,  este Yago debería ser un santo. Conoce las Escrituras haciendo alarde de humildad en medio de toda la irrefutable maldad que le rodea.

El Nacional

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