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El soldadito de plomo

Todo comienza en la pequeña casa de una ciudad donde habitaba un niño.
El día de su cumpleaños, nuestro amiguito había recibido como regalo de sus padres una caja misteriosa.
Lleno de curiosidad, el niño abrió la caja y descubrió en su interior quince soldaditos de plomo idénticos.
El niño aplaudió con gran alegría al ver sus nuevos juguetes, y sin perder un segundo los sacó de la caja y los colocó en fila para comenzar a jugar.
Sin embargo, el último de los soldaditos no era igual que el resto, pues como el plomo de la cuchara no había sido suficiente le faltaba una pierna al desdichado.
Aun así, el soldadito se mantenía firme igual que sus hermanos, y una vez que fue colocado junto al resto de los juguetes en la alacena, pudo comprobar un hermoso castillo de papel que se alzaba frente a él.
En su interior, lo más sorprendente era una pequeña muñeca que se encontraba con los brazos en alto y una pierna recogida hacia arriba como suelen hacer las bailarinas.
Al verla, el soldadito quedó completamente enamorado, y como pensó que a ella también le faltaba una pierna, decidió tomarla por esposa cuanto antes.
“He encontrado la persona perfecta para mí, y encima tiene un castillo donde podremos vivir juntos”, así pensaba el soldadito de plomo mientras contemplaba la belleza de su amada.
Al arribar la noche, el niño terminó de jugar y se marchó a la cama, y en ese instante, los juguetes cobraron vida y comenzaron a caminar y a conversar en la alacena.
Sin embargo, el soldadito de plomo permanecía inmóvil con la mirada fija en la muñeca bailarina.
A cambio, ella también le devolvía sonrisas y en poco tiempo entablaron una hermosa amistad que hubiese durado por mucho tiempo si la envidia y la maldad no hubiesen aparecido esa noche.
Resulta que entre los juguetes, existía además un feo payaso de plástico que no soportaba el amor que se tenían la muñeca y soldadito.
A la mañana siguiente, el niño regresó a la alacena para jugar como de costumbre, pero a la hora del almuerzo, abandonó al soldadito de plomo en el borde de la ventana, y entonces, el payaso malvado aprovechó para empujar al pobre hacia la calle.
Desde una gran altura, el soldadito cayó sin remedio en el justo medio de la calle, con riesgo de que algún automóvil pasara y lo aplastara.
Cuando el niño notó la ausencia del soldadito, bajó hasta la calle para encontrarlo, pero la suerte no estuvo de su lado, y aunque buscó y buscó por largo tiempo, jamás pudo encontrar a su juguete que permanecía abandonado y triste en el pavimento.
Al caer la tarde, comenzó a llover tan fuerte que las calles se llenaron de agua, y fue entonces cuando el soldadito fue arrastrado por la corriente hasta alejarse de la casa y de su amada, la muñeca bailarina.

El Nacional

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