POR: Pedro P. Yermenos Forastieri
pyermenos@yermenos-sanchez.com
El valor de una vida no está en función de años vividos. La variable fundamental para aquilatar una existencia tiene que ver con lo que se haya podido hacer durante el tiempo que se tuvo la dicha de estar en la tierra. Hay ejemplos de vidas muy efímeras que pueden mostrar un legado impresionante de aportes. Hay otros, por el contrario, que constituyen modelos de haber echado por la borda la irrepetible oportunidad que implica la vida.
Es innegable, no obstante, que si se ha tenido la fortuna de tener una existencia dilatada y, al mismo tiempo, poder exhibir un conjunto de realizaciones de diversa índole, entonces el mérito se acrecienta.
Lo triste es que los valores han sido apabullados y los principios aniquilados.
Hay que rechazar las tentaciones que empujan a solo evaluar como exitosos los peldaños alcanzados en el orden material o los que proporcionan nombradía y fama. Cuántas veces no esconden tropelías las expresiones de ostentación, poder o riqueza. Por el contrario, en esas durísimas batallas, que testificamos todos, libradas bajo la simpleza del anonimato, sin mayores cómplices que las propias vicisitudes y un puñadito de aliados incondicionales, suelen erigirse las mayores heroicidades y las cúspides más elevadas de dignidad y decoro.
Lo triste es que los valores han sido apabullados y los principios aniquilados. De ahí que, los casos que se esparcen por el mundo, que debieran ser referentes de la conducta humana, lejos de otorgárseles ese sitial, están colocados en el ostracismo de la apreciación colectiva. Por eso estamos como estamos. Por eso el mundo está al revés y cada vez se hace más difícil ser feliz. La gente atenta contra su propio bienestar y es incierto el desenlace de esta barbarie indetenible.
Todo eso debe conducirnos a celebrar con alegría si se disfruta del privilegio de ser parte de historias que marcan diferencias, y no por los rituales de éxitos preponderantes en la actualidad, sino por haber alcanzado resonantes victorias en las jornadas de valor auténtico.
Trascender obstáculos; sufrir orfandad materna a corta edad; contribuir a criar hermanitos menores; construir un hogar sobre los pilares del amor; legar a los hijos apego al trabajo y al cumplimiento de la palabra ofrecida; ser solidaria desdeñando los riesgos; asumir con estoicismo percances de salud; mostrar coraje ante adversidades; preservar el espíritu de lucha, son botones de muestras que sustentan el orgullo legítimo que siente la familia de Alida Forastieri al arribar a sus 90 años, lúcida, vital y digna.