Los procesos sociales en todas partes del mundo traen consigo importantes elementos transformadores que deben servir de orientación a todos aquellos que aspiran un verdadero cambio social de la sociedad en donde viven.
Pienso que lo primero que debe primar en todos aquellos actores y sectores sociales que se involucran en el sacrificado, pero justo camino de la transformación de las estructuras sociales, económicas y políticas que hoy tenemos, es la honradez ciudadana.
No se puede, por ejemplo, estar pidiendo transparencia y rendición de cuentas a todos los poderes públicos, sector privado y otros sectores, cuando los que impulsan ese reclamo social, válido por demás, se niegan tajantemente presentar un informe de los ingresos y egresos en que han incurrido en la denominada Marcha Verde.
Es inaceptable, que a estas alturas del juego, los que dirigen esa estructura ciudadana vibrante se estén permitiendo el lujo de no explicar de manera honesta al país, de que litoral nacional o internacional están recibiendo aportes económicos para financiar y mover esa macroestructura de un pueblo a otro.
Resulta insólito que en ese colectivo social, tan dado a exigir diafanidad a todo el mundo, no se haya interesado en decirle a esta sociedad cual ha sido la inversión en camisetas, gorras, transporte, alquiler de equipos, merienda y agua, desde aquel histórico enero de este año cuando comenzaron a movilizarse.
Una verdadera cultura de transparencia, se construye a partir de la responsabilidad ciudadana y combatir la corrupción, en el ámbito político, empresarial y social, tiene que ver con lo cotidiano, con actuaciones personales y colectivas éticas y fundamentadas en el respeto a la legalidad.
Cuando hablamos de una cultura de transparencia, nos referimos al fortalecimiento de las buenas prácticas institucionales vinculadas directamente a procedimientos de participación ciudadana, acceso a la información, auditoría social y rendición de cuentas.