Editorial

A punto de estallar

A punto de estallar

La densa humareda mediática y política que produce la campaña electoral impide que desde aquí se monitoree con debida atención el curso de la crisis institucional que padece Haití, agravada con la renuncia ayer del primer ministro Evans Paul y la pretensión del presidente Michel Martelly de concluir su mandado el domingo montado en una carroza de carnaval.

En términos reales, Haití amanece sin gobierno y con una oposición radicalizada al punto que sus líderes rehúsan participar en una improvisada agenda de diálogo promovida por la Organización de Estados Americanos (OEA), que ha enviado una misión cuyos integrantes deambulan por Puerto Príncipe sin que nadie le ponga atención.

Las fuerzas políticas haitianas no han logrado consenso para convocar unas elecciones de segunda vuelta que permitan elegir a un nuevo presidente, y para colmo, la mayoría de los jueces electorales han dimitido por no poder garantizar comicios mínimamente transparentes.

Ocho candidatos presidenciales opositores han conformado un grupo de presión para evitar que el Parlamento seleccione por su cuenta un nuevo gobierno, una vez Martelly concluya su mandato el 7 de febrero, por lo que puede decirse que el panorama político haitiano es más que lúgubre e incierto.

El presidente Martelly ha retomado su carrera de cantante de música pop, con el lanzamiento de una canción definida como grosera, en la que se burla de sus críticos y dirige versos con contenido sexual que aluden a una periodista y defensora de los derechos humanos.

Es claro que la OEA carece de autoridad y calidad para ejercer la función de árbitro en la crisis haitiana, más aún porque la oposición acusa a ese organismo continental de apadrinar el fraude que dice se perpetró en favor del candidato de gobierno en las elecciones del 25 de octubre.

Después del domingo, cuando Martelly estaría compelido a concluir su mandato, Haití quedaría sumido en un limbo institucional y en una desbordada crisis política, cuyo desenlace debería ser motivo de preocupación para el gobierno dominicano.

Estados Unidos y la Unión Europea tendrán que emplear todo el peso de su influencia política y económica para evitar que ese agravado conflicto político les estalle en las manos. Es claro que cualquier fórmula o remedio no debe tener efectos nocivos para República Dominicana. Que quede claro.

El Nacional

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