Opinión

A rajatabla

A rajatabla

Orión Mejía

Delirium –

En una contienda electoral, candidatos y partidos se esfuerzan por promover sus ofertas de gobierno con el propósito de lograr la intención de voto de la mayoría de los sufragantes y obtener así la victoria a nivel presidencial, congresual o municipal. Al menos así era antes de que aquí se pusiera en vigor otro método.

El principal candidato opositor corrió virtualmente solo durante más de un año en la pista electoral, sin que ni él ni su partido aprovecharan tiempo y espacio para posesionar algún discurso novedoso que concitara atención del votante.

Sus asesores lo han puesto a dar vueltas en círculo entre palabrerías, en las cuales no coordinan la exagerada proporción de adjetivos frente a los sustantivos y verbos, por lo que equivocadamente ha cavado un gran hueco donde el candidato escucha su propio eco de manera constante, sin cesar.

Lo han obligado a hablar sin principio ni final sobre endeudamiento, corrupción, inseguridad, educación, salud, agropecuaria, visitas sorpresas, justicia, presupuesto, crecimiento económico, sin poder ofrecer diagnósticos convincentes o propuestas alentadoras o novedosas.

A más de un año de tanto hablar, el ciudadano ordinario no tiene noción de lo que haría o dejaría de hacer en caso de que ganara las elecciones de mayo 15, porque su mensaje ha sido más inquisidor que reflexivo, algo así como quien tropieza muchas veces con la misma piedra.

No se exhibe buen juicio cuando se convoca a la izquierda a un mentado frente opositor, pero se pacta con la derecha un acuerdo propio de la película “Piratas del Caribe”, menos cuando se proclama defender los intereses de los más desposeídos, pero le ofrece candidaturas y plazas electorales a las familias más ricas, a las que además le promete amplitud de privilegios.

Se entiende como muy difícil poder vencer a un candidato presidente que mantiene la nave de la economía navegando por aguas mansas y que distribuye adecuadamente panes y peces, pero no es compatible con el entendimiento que un candidato de su envergadura imite al can que sin ningún sentido intenta morderse la cola.

Nada de lo que he dicho tendría ningún peligro ni trascendencia, si no fuera porque el delirio del candidato y de su equipo anuncio un giro del ridículo histrionismo a una praxis de desesperante anarquía.

Otra cosa no se podría entender de un candidato que anuncia “protestas públicas2 para reclamar rebaja de precios de combustibles y electricidad, en vez de exhortar a los votantes que le permitan llegar a la Presidencia dentro de cuatro meses para disponer de esas reducciones. Delirium.

El Nacional

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