Opinión

Abuelo y nieto

Abuelo y nieto

Mario Balderas, dirigente campesino y militante del MPD, protagonista de ocupaciones de tierras y combates por las libertades en los años 70, fue apresado, torturado y ahorcado en la cárcel de la Fortaleza de San Francisco de Macorís. Recuerdo la indignación que levantó ese cobarde asesinato, acompañada de la acusación directa al presidente Balaguer y sus sicarios policiales.

El martes pasado, su nieto, Vladimir Balderas, cayó abatido por un proyectil policial que le penetró por el ojo y se le alojó en el cerebro, cuando desde una esquina, junto a otros jóvenes, observaba el paro convocado por los movimientos sociales francomacorisanos, en un promisorio periodo de marchas multitudinarias contra la impunidad.

Vlady -como le decíamos- se destacó como dirigente regional del FALPO y FELABEL, desde su joven militancia en el MPD; organizaciones pertenecientes a nuestra Izquierda Revolucionaria (IR), pilares de las luchas libradas contra la corrupción municipal y otras demandas populares, especialmente del movimiento que demanda cárcel para el exalcalde peledeista Félix Rodríguez, acusado de un desfalco de 400 millones de pesos.

Pero además, Vlady (¡vaya coincidencia!) era nieto de Mario Balderas y pertenecía a su estirpe de luchador insobornable. Recuerdo con el orgullo que hablaba de ese parentesco y me permito señalar responsablemente que las circunstancias en que perdió la vida no dejan dudas de que se trató de un asesinato selectivo, extraordinariamente parecido a aquel acaecido en los 80 cuando la policía balaguerista mató al joven francomacorisano Salvador Then-PCD, en el curso de una huelga provincial.

Este crimen, esencialmente político, no se lo despinta nadie al Gobierno del presidente Medina-PLD y la actual jefatura policial; con la intermediación, claro está, de la jefatura regional del cuerpo policial y la dirigencia provincial del PLD.
Es impresionante el paralelismo histórico de estos trágicos acontecimientos, en el que están involucrados dos regímenes despreciables saturados de corrupción, impunidad y abusos. Dos dictaduras disfrazadas de democracia, cada una con la impronta de sus tiempos.

La diferencia es que Mario Balderas es asesinado resistiendo al auge del terrorismo de Estado en el inicio de un largo ciclo contrarrevolucionario; y Vladimir Balderas cae abatido cuando ese ciclo declina y la última dictadura corrupta y corruptora que logra conformar se tambalea por las verdes embestidas que han dado inicio al fin de la impunidad, inseparablemente conectado con la necesidad de desmantelar el régimen que le sirve de soporte y la claque política, empresarial y militar beneficiaria del latrocinio institucionalizado.

El Nacional

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