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AL DÍA

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La experiencia de 1986

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 Se dice que dentro del Partido Revolucionario hay tres grupos adversarios de su presidente Miguel Vargas Maldonado y que no participarán en la campaña de candidatos que no sean suyos a puestos de senador, diputado, síndico y regidor para mediados de este mes.

 Esos grupos estarían encabezados por Hipólito Mejía, Guido Gómez Mazara y Luis Abinader, quienes alegan que Vargas Maldonado colocó en esas candidaturas a una mayoría de sus simpatizantes.

 “A buen entendedor”, “se cae de la mata” que si la mayoría de candidatos no es de los grupos de los disidentes, éstos no harán campaña a favor de su partido.

 Las cosas hasta ahí, no sobra recordar lo que ocurrió en el PRD en 1986 y en los 24 años que siguieron. Quizá resulte una experiencia a tomar en cuenta, para corregir excesos, pero quizá no. De acuerdo con su trayectoria y con su historia, nada es tan atractivo para los dirigentes perredeístas como un irracional pleito interno.

 En 1986, el candidato presidencial lo fue Jacobo Majluta, contra quien “militaban” en ese momento el presidente de la República Salvador Jorge Blanco, el “máximo líder” José Francisco Peña Gómez y el presidente del partido, Hatuey De Camps, funcionario también del gobierno.

 Desde el poder, Jorge Blanco creó una “Comisión de Asesores Electorales” integrada entre otros “notables” por el cardenal Nicolás López Rodríguez a fin de que tomara en sus manos la autoridad y funciones de la Junta Central Electoral que “presidía” Caonabo Fernández Naranjo.

 El Presidente era la cabeza del movimiento partidario que rechazaba a Majluta y del que formaban parte activa Peña Gómez y De Camps.

 Al candidato del PRD se le organizó e implantó un fraude, una de cuyas pequeñeces fue la usurpación de los votos de “La Estructura”, organización electoral majlutista dirigida por Andrés Vanderhorst.

 El cardenal, como recordará todo el que quiera, actuó como JCE y, en las horas siguientes a las elecciones del 16 de mayo, proclamó la “victoria” de Joaquín Balaguer, fuera del poder desde 1978 y “reivindicado” por los desaciertos gubernamentales de Jorge Blanco.

 El “triunfo” de Balaguer, padre de la corrupción aunque Peña Gómez lo declararía poco después “padre de la democracia”, era el “cuchillo para su garganta” que pronto cortaría la carne de esos tres dirigentes del PRD.

  Jorge Blanco, Peña Gómez y De Camps entendieron que, en gratitud por devolverle al poder, Balaguer les permitiría estar tranquilos y manipular para eliminar a Majluta como primera fuerza partidaria. Pero “una cosa piensa el burro…”.

 

El Nacional

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