Opinión

Alberto, signo del trabajo

Alberto, signo del trabajo

Lo que verdaderamente importa en la vida, no son los objetivos, expresa Jacinto Benavente, sino los caminos que seguimos para lograrlos.

Y así, Alberto D’ Oleo Rodríguez, oriundo de las fértiles tierras de San Juan de la Maguana, sufre los rigores de una pubertad triste, pero honrosa, bajo el ejemplo de sus padres Mario D’ Oleo y Claudia Rodríguez, quienes lo encauzan, junto a sus demás hijos, por la senda del sacrificio y la moral.

De adolescente, empieza a trabajar con su padre, dueño de una pollera, limpiando pollos, zapatos y más tarde, en un taller de mecánica en su pueblo idolatrado.

Inteligente y decidido, se traslada en busca de horizontes a la ciudad capital, como lavador de carros y luego asciende como supervisor, haciéndose acompañar de su gran hermano Mario Ernesto D’ Oleo Rodríguez, que también laboraba en la pollera con  su padre de 7 de la mañana a 6 de la tarde, trabajó agricultura echando días y conchaba en un motor, y ahora Mario es administrador de “Victor System Carwash”, de la Avenida Rómulo Betancourt 2066 en esta ciudad.

Alberto, no olvida sus raíces ni el pasado, y trae desde San Juan también, a su amigo y compañero de infortunio, el inquieto Wilfredo Ramírez Espinosa (Willi), quien fue limpiabotas y cuidó animales, luego laboró en Agricultura, y posteriormente en un centro de lavado de vehículos con un señor a quien estima y quiere mucho, y hoy es subadministrador del referido carwash.

Como querer es poder, este sanjuanero  sirve al dueño del Carwash donde laboraba, y éste adquiere fe en él. Tomando dinero prestado, pero siempre al día, traspasa el entonces limpiador de vehículos Alberto, previo contrato, el hoy famoso Victor Sistem Carwash, convirtiéndolo en propietario.

Alberto puede expresar con orgullo y la sencillez que le caracteriza, la siguiente leyenda: “Nada se logra sin trabajar”.

Abraham Lincoln, uno de los mejores presidentes, nació en una cabaña, redimió cuatro millones de esclavos, y tan  miserable era su vivienda que ni ventana tenía.

Quien no agradece, no tiene razón de vivir, y extiendo a mi entrañable amigo Alberto D’ Oleo Rodríguez las flores de mi perenne gratitud, por su solidaridad en momentos difíciles de nuestra existencia, así congratulaciones por ser un ícono del trabajo, de la lealtad y la buena voluntad, pues al empezar a progresar un poco, lo primero que hizo fue construirle a su adorada madre una casa en San Juan de la Maguana, gesto que le trilla  mejores augurios, pues como decía Balzac: “Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada y verdadera que la de vuestra madre”.

Alberto, ciudadano ejemplar, vencedor de nubarrones cuyas acciones deben imitar nuestra juventud y personas mayores, porque cual ave fénix se levantó de sus cenizas, diciéndole al país la frase de William Faulkner: “para ser grande, hace falta un 99 por ciento de talento, un 99 por ciento de disciplina y un 99 por ciento de trabajo”.

Mario, Willi, Madelin, Mari y Deyvi son la confianza de Alberto, empleados esforzados y honrados como él, Adelante.

El Nacional

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