Opinión

ALGO MÁS QUE SALUD

ALGO MÁS QUE SALUD

Dos aberraciones

A pesar de criarme sin papá, recibí  formación en valores, gracias a la sólida convicción de mi madre, y al entorno honesto y progresista en que me formé en Villa Progreso y luego en la calle Las Carreras de mi añorado Santiago. Los valores que predominaban en los niños y jóvenes eran respeto,  honestidad, dignidad y trabajo. Las aulas del Instituto Evangélico y las del “San José” fueron el soporte  para fortalecer esos principios. No era que no ansiáramos ser reconocidos y admirados socialmente, y tener poder para lograr cosas y así lograr control sobre los que nos rodeaban, pero esa meta tenía caminos bien definidos: labrarse una carrera o adquirir un negocio o trabajo, otros caminos eran, para los muchachos, ser el mejor jugador de béisbol o baloncesto o descollar en una actividad artística, a las muchachas, bajo el pesado fardo de la marginación, les servía esa ruta, pero por encima de todas las cosas debían crecer con buenas maneras, inteligencia, discreción, recato, mesura y sacrificio para aspirar a ser escogidas como esposas, que para ellas, gracias a la cultura de nuestra sociedad, era una forma de ascender y ser “alguien”. Cual que fuese la manera, eran modelos aceptados. No es que esos valores no existan. Pero por mantenernos en esa línea somos vistos como pendejos desfasados. La prevalencia de ver como modelos a seguir al señor Rusell, director de Primaria del Instituto Evangélico de Santiago,  o a la ama de casa Ana Celeste Rodríguez en Pueblo Nuevo, se han ido al carajo y lo que se persigue es ser pelotero o  artista  con carrera impulsada por el mismo dinero del lavado, o simplemente ser narcotraficante o su concubina, como los dos famosos y poderosos jóvenes de nuestra alta y refinada sociedad a quienes les fueron incautados los dólares aquellos. Nos vemos. Se quedó la otra aberración hecha por nuestros congresistas para la próxima de “algo más que salud”.

El Nacional

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